Genio y Figura/ Francisco Buenrostro
Dedito arriba, dedito abajo
Una de las creencias equivocadas más extendidas viene de la época del Imperio romano, entre otras cosas por algo que ha aparecido en más de una película, como la de “Gladiador”, de Ridley Scott, o en muchas imágenes, como el cuadro de Jean Leon Gerome, ‘Pollice Verso’, me refiero a que los emperadores de Roma marcaban la sentencia a muerte de un gladiador con el gesto del pulgar hacia abajo.
Sin embargo, el historiador y divulgador Javier Traité, descubre que esto tiene más que ver con la ficción que con la realidad y explica cuál es el verdadero significado de este gesto que ahora usamos de forma habitual en otros contextos.
No es como nos lo han contado, los emperadores de Roma no sentenciaban a muerte con el pulgar hacia abajo.
Javier Traité explica que “lo más probable es que este gesto no se realizara nunca” en un anfiteatro romano. Porque la realidad es que lo que marcaba la sentencia de muerte en Roma no era el pulgar hacia abajo, sino “el pulgar hacia arriba” y luego en un movimiento lateral, que significaba “cortar la yugular”, gesto que solía venir acompañado del grito ‘yugula, yugula’.
¿Y entonces, el pulgar hacia abajo qué significaba en Roma? El historiador y divulgador indica que era un gesto de clemencia que significaba “envainar la espada”. Por lo tanto, no era un indicativo de muerte sino de todo lo contrario: de vida.
Toda esta aclaración me sirve como contexto para exponer un tema en torno a un nuevo emperador, ya que con la nueva Ley de Amnistía, impulsada por el oficialismo, se le concede al soberano López Obrador la facultad plenipotenciaria e inobjetable de otorgar el perdón a todo aquel criminal que aporte pruebas para detener a un “pez gordo”, de una forma nada clara ni transparente.
El pretexto no podía ser otro que la corrupción en el Sistema Judicial, al cual quiere suplir cuando la decisión de los jueces no sea del agrado del habitante de Palacio Nacional, por lo que, con esta nueva ley, podrá dejar en libertad a cualquier delincuente, aún si está confeso y condenado, haya hecho lo que haya hecho… Asesinos, violadores, narcos, extorsionadores, a cualquiera.
Pero, aunque usted no lo crea, no es lo peor de esta ley, no. El mayor problema es que, con el pretexto de denunciar a alguien más para negociar su libertad, los criminales que aspiren al indulto presidencial podrán acusar a quien quieran, sin necesidad de aportar pruebas más allá de su palabra, porque ¿Quién podría ser más confiable que un delincuente que busca a quién endilgarle su grillete?
De esta forma, y parafraseando al propio AMLO, la sentencia de inocente o culpable para cualquier ciudadano será “lo que diga su dedito” o el del presidente en turno.
Ahora sí aplica la rima del grupo Molotov “Si le das más poder al poder, más duro te van a venir a…”