Punto y Aparte/Enrique Rivera
En la política, como en la vida misma, hay que saber ganar y saber perder, es decir, ser humilde en la victoria y digno en la derrota. Sin embargo, cuando al ganar se busca humillar al rival, el triunfo en sí se ve manchado, se pierde respeto y méritos. De igual forma, el vencido, cuando reconoce al ganador y admite que fue mejor que él, conserva el respeto de su oponente.
Asimismo, en temas políticos no hay victorias totales, ni derrotas totales tampoco, porque podrá haber quienes se lleven lo que se conoce como “carro completo”, arrasar, pero tarde que temprano las circunstancias cambian, la gente cambia y las preferencias también, es una rueda de la fortuna donde un día estás arriba y al siguiente abajo, y así por siempre.
El pasado dos de junio una innegable mayoría votó por la continuidad del proyecto autonombrado de la 4T, ya sea para refrendar su preferencia por el actual mandatario Andrés Manuel López Obrador, al ver en Claudia Scheinbaum a su heredera de causas, o bien que, legítimamente, la considera como alguien con la capacidad de convertirse en la primera presidenta de nuestro país y hacer un papel destacado al frente de nuestra nación.
Pero la cosa no para ahí, porque la oleada morenista se hizo sentir en casi todos los demás cargos de elección popular que se definieron en estos comicios, obteniendo el triunfo en seis de los ocho estados donde se eligió gobernador, además de retener la jefatura de la Ciudad de México. Sólo Jalisco y Guanajuato se mantuvieron firmes con las fuerzas políticas que ya gobernaban a estas entidades, Movimiento Ciudadano y Acción Nacional, respectivamente.
No obstante, tal como inicié mi columna de esta semana, no les cae el veinte a los del partido en el poder que ya no son oposición, hoy menos que nunca, y lejos de aprovechar para llamar a la reconciliación, al diálogo, sino que más bien, siguiendo las enseñanzas de su líder moral, buscan aniquilar, imponerse y avasallar, con la consigna de: “estás conmigo o contra mí”.
Aunque en Guanajuato ya adelantó el dirigente nacional morenista Mario Delgado que impugnarán el triunfo de Libia García, virtual ganadora de la gubernatura, al parecer, lo que más les dolió fue la aparente victoria de Pablo Lemus en Jalisco, por lo que decidieron mover todo el aparato porril que Morena tiene a su servicio y al iniciar este miércoles el cómputo distrital de la elección para poderla calificar y dar un resultado en firme de los comicios, en Jalisco movilizaron a manifestantes para apostarlos en cada uno de los 20 consejos distritales y 125 municipales, para mostrar músculo y presionar a la autoridad electoral.
El reguero de pólvora que, sistemáticamente, fueron esparciendo para que los funcionarios electorales hicieran su labor bajo la constante amenaza de los grupos de choque que incluso, según se confirmó a través de videos que se hicieron virales en la red, estaban armados y dispuestos a apretar a quien tuvieran que apretar para obtener el resultado deseado.
Al respecto, no sólo en Movimiento Ciudadano, desde su cúpula hasta sus simpatizantes, se han pronunciado en contra de la violencia postelectoral, esa que sólo se da cuando no se gana todo, absolutamente todo, en las urnas o cómo sea, pero todo; sino que también diversos sectores de la sociedad, como Copamex o Canaco pidieron respetar los resultados y no recurrir a la violencia.
Más allá del resultado final de la elección para gobernador en Jalisco o Guanajuato, el hecho de que duden del proceso, de los comicios en sí, pone en tela de juicio también una elección en la que Sheinbaum Pardo resultó clara ganadora presidencial, pero su partido y su dirigente Mario Delgado parecen insistir en opacar este triunfo, en aras de no dejar ir un solo cargo de los votados, porque antes que la decisión del electorado está la voluntad de quedarse con todas las canicas a cómo de lugar.
No cabe duda que así como el peor enemigo de AMLO es el mismo AMLO, ahora Morena es también, a falta de competencia, el principal opositor de Morena.