Sabores/Ale Maldonado
¿Cuál es el propósito de la vida humana? ¿Cuál es el objetivo? ¿Cuál es la razón de existir?; lo ideal sería encontrar una respuesta universal y atemporal que tenga sentido para todos los seres humanos.
Ya definimos: “Usaremos la inteligencia y la razón como herramientas de análisis y buscaremos que las ideas y las respuestas derivadas de ellas tengan un grado de evidencia, estén apoyadas en el sentido común y sean lógicas”. Y concluimos: “Lo que necesitamos, es hacer un esfuerzo por distinguir entre tres conceptos que pueden llegar a confundirnos: Primero, el objetivo de vida, que es universal para nuestra especie y que contesta a la pregunta: ¿Para qué existo?; segundo, el sentido de propósito, que es individual y en términos generales puede durar toda nuestra vida o cambiar a lo largo de ella y responde a la pregunta: ¿De qué se trata mi vida?; el tercer concepto, son los objetivos y metas que forman parte de lo cotidiano y en general tienen un tiempo de duración mucho más corto en comparación a toda nuestra vida y responden a la pregunta: ¿Por qué y para que hago lo que hago? A lo que la semana pasada añadimos: “…El sentido de propósito es una idea, un concepto. Muchas veces, al tener un sentido de propósito claro, resolvemos la ansiedad que provoca en nuestras vidas el no tenerlo.” Y concluimos: “Finalmente, ya sea que tengamos un sentido de propósito claro o no, o hayamos logrado uno y establezcamos uno nuevo o que estemos en el proceso de alcanzarlo, el sentido de propósito no es la respuesta a nuestra pregunta inicial, ya que, al no ser un común denominador de nuestra especie el que tengamos o no un sentido de propósito, no cumpliríamos con la condición de universalidad, es decir: que nuestra respuesta funcione para todos.
Entonces, ¿de qué se trata la vida? A partir del concepto de acto y potencia de Aristóteles, lo cito: “El ser no sólo se toma en el sentido de sustancia, de cualidad, de cuantidad, sino que hay también el ser en potencia y el ser en acto, el ser relativamente a la acción” (Aristóteles, Metafísica, libro IX, 1). En otras palabras, hoy se es, pero mañana, en potencia podemos ser otra cosa, de la manera que una semilla de Trigo es semilla, pero en potencia puede ser espiga. Decíamos que a partir de ese concepto, el maestro Faustino Castro (nuestro mentor y amigo <qpd>), llegó a la conclusión de que: “Vivimos para crecer y desarrollar nuestro propio e individual potencial humano durante el espacio de tiempo que llamamos vida. Así, de la misma manera que una semilla de trigo tiene el potencial de convertirse en espiga, el ser humano, que nace “semilla”, tiene la oportunidad a través de la vida y sus acciones de desarrollar todo su potencial y alcanzar su plenitud personal; la diferencia de una persona, cualquier persona, con la semilla del trigo, es que ésta depende de la tierra, del clima y el agua, en cambio nosotros dependemos de nuestras acciones y decisiones, es decir: ¡De nuestra voluntad! Faustino decía: “Cada persona humana tiene la capacidad de desarrollar su potencial y tiene la discapacidad de no hacerlo, lo que no puede es dejar de ser. Desarrollar nuestro potencial no es obligación, ni es algo debido: quien lo haga, estará creciendo, quien no, pues no. Es difícil, para un observador externo, saber o determinar, en cada caso, con qué actos cada hombre, y en qué medida, procura el desarrollo de su potencial; es aún difícil para uno mismo; pero el que sea difícil, no quita ni mengua un ápice esa realidad”.
Cada uno de nosotros somos seres individuales, si usamos la analogía de la semilla, cada uno de nosotros somos un tipo distinto de semilla que tiene el potencial de convertirse en determinado tipo de planta o árbol, hay unos más altos que otros, de diferentes colores, algunos dan frutos, otros dan flores, todos somos diferentes y únicos; lo que a todos aplica, es que si queremos alcanzar (en el espacio de tiempo que llamamos vida) nuestra propia plenitud, creciendo y desarrollando nuestro potencial, debemos de averiguar qué tipo de semilla somos (qué y quienes somos) y entonces sí: establecer metas y objetivos, relacionarnos con personas, seleccionar una pareja, escoger un trabajo, decidir dónde y cómo queremos vivir y hacer las actividades que nos gustan, para que todo lo que hacemos se alinee y contribuya cada momento, cada día, a nuestro crecimiento y al desarrollo del potencial con el que nacimos, lo que alfinal de cuentas es encontrar el sentido o propósito de mí (de nuestra) vida… ¡Así de sencillo!
Un saludo, una reflexión.
Santiago Heyser, Sr. y Santiago Heyser, Jr.
Escritores y soñadores