Genio y Figura/ Francisco Buenrostro
EL VALOR DE LA AMISTAD
Es curioso como las nuevas tecnologías nos llevan fácilmente a engañarnos nosotros mismos pensando que tenemos miles de amigos, o al menos eso nos marcan nuestras redes sociales, pero en realidad no son más que cadenas de contactos, en el mejor de los casos reales, en muchos otros perfiles falsos.
Sirva este antecedente para entrar en materia en el tema que les planteo el día de hoy, el valor de la amistad, pero de la verdadera amistad, esa que no se consolida de la noche a la mañana, ni mucho menos dando un click a una solicitud de Facebook o alguna otra red social, no, claro que no, me refiero a la amistad en serio.
A la amistad que hago alusión es aquella sin intereses, sin condiciones, sin pretextos, en la que sabes que puedes contar con alguien más, en las buenas, en las malas y en las peores.
Al respecto, cito tan sólo un par de ejemplos, dos de mis mejores amigos, son taurinos y le van a las Chivas, nada más contrario a mis preferencias, ya que me considero vehemente defensor de los derechos de los animales y antichiva, más que por un atlismo casi extinto en mí, porque mi afición rojinegra se ha ido diluyendo desde mucho antes del bicampeonato, porque ambas directivas de los clubes tapatíos (tanto Chivas como Atlas) han traicionado sus ideales, más aún en el caso del otrora llamado Campeonísimo; sin embargo, son mis amigos, los estimo y valoro como personas por muchas otras cualidades, pero, sobre todo, respeto sus gustos y convicciones, aun cuando no las comparta.
La esencia de la amistad, desde mi muy particular punto de vista, no es pensar siempre igual, sino aceptarse mutuamente y saber que puedes contar con esa persona que, aunque el mundo te diera la espalda, se pondría de tu lado sin pensarlo, que te dice las cosas como son, al menos desde su perspectiva, pero sin cortapisas ni adornos.
Dicho sea de paso, a esa amistad que me refiero no tiene nada que ver con el género, ya que soy fiel creyente que tanto hombres como mujeres pueden tener una sólida amistad con alguien de su propio sexo o del contrario, sin que eso cambie ninguno de los conceptos que he mencionado en las líneas anteriores, pero dándole a la amistad el valor que se merece, porque hay ocasiones en que no funciona una relación como pareja y deciden quedar como amigos, sin darse cuenta que es un compromiso que puede ser todavía más fuerte, más importante.
De igual forma, otras condiciones como la religión, condición social o preferencia política puede pasar a un segundo plano, siempre y cuando, como mencioné antes, se respeten el uno al otro.
También suele suceder que los amigos se llegan a convertir en familia, no por el parentesco, sino por el afecto, así como, lamentablemente, muchas veces los familiares llegan a ser perfectos desconocidos, cuando se descuidan las relaciones o, de plano, lo único que los une es la consanguineidad.
Lo que sí me queda claro es que la amistad, la verdadera amistad, significa dar y recibir, porque incluso en el amor, puede uno no ser correspondido, pero la amistad sólo se puede llamar así, cuando ambas personas la valoran, la aquilatan y la respetan.
Es pues quizás, con el paso del tiempo, que la frase “los verdaderos amigos se pueden contar con los dedos de una mano” toma más sentido y se convierte en realidad.
Y cierro con una frase de Hellen Keller que ejemplifica a la perfección a lo que me refiero: “Preferiría caminar con un amigo en la oscuridad que sola en la luz”.