Genio y Figura/Francisco Buenrostro
La infinita estupidez humana
“Dos cosas son infinitas: la estupidez humana y el universo; y no estoy seguro de lo segundo” Albert Einstein.
Para mí, el mayor misterio de la insondable mente humana es que, teniendo la capacidad de razonar, de forma consciente decidimos no usarla y tomamos caminos que conducen a nuestro deterioro y a la destrucción de nuestro planeta y consecuentemente a la extinción de la especie.
Es probable que, dado que la extinción parece ser una regla de la ley natural, los humanos tengamos un dispositivo instintivo en nuestros cerebros que nos conduce a ello sin darnos cuenta; algo así como un reloj o dispositivo biológico que nos impulsa a la autodestrucción para cumplir con una ley que favorece que una especie desaparezca, como sucedió con los dinosaurios, para que otra tome su lugar
La autodestrucción como mecanismo de renovación, no está ausente en la naturaleza, es así como en algunas especies de arañas o en la mantis o en algunos escorpiones se da el canibalismo sexual, en donde el macho es devorado por la hembra después del apareamiento, o como en otras, la madre es devorada por los hijos en una autoinmolación que garantiza el alimento y la supervivencia de la siguiente generación
Sin embargo, insisto, este comportamiento instintivamente autodestructivo no me es suficiente para entender o justificar el, ¿por qué?, la raza humana, que se autodefine como inteligente, destruye su hábitat y se encamina a la extinción como especie, o, ¿por qué?, tiene hábitos autodestructivos con una mala alimentación o el uso de substancias dañinas.
Una hipótesis es el valemadrismo o falta de consideración con otros como base de la conducta a partir de que: Mi comportamiento destructivo (contaminar o depredar recursos naturales), calculo que no me va a afectar a mí y en una actitud egoísta e irresponsable, no me importa afectar a otros o a futuras generaciones con tal de tener un beneficio presente o una satisfacción momentánea.
En el caso de conductas autodestructivas, la hipótesis es que, dado que el daño que me auto infrinjo no se percibe de inmediato (mala alimentación, consumo de drogas, alcohol o cigarro), mi mente se engaña sola asumiendo que no hay daño y mi capacidad de raciocinio no es suficientemente fuerte como para tomar el control de mis decisiones; por lo que tomo el camino fácil de justificar diciéndome: no pasa nada, mientras me autodestruyo O como se justificaba un amigo fumador: de algo me tengo que morir.
En ambos casos hay un común denominador: mis actos o decisiones, de momento no me afectan y minimizo el daño personal o a terceros, para tener una pequeña ganancia momentánea; es decir, con un horizonte de corto plazo tomo decisiones, sin mirar que al mediano y largo plazo me daño y daño a mis semejantes, lo que sin duda es irresponsable y estúpido, dándole la razón a Einstein.
Otra hipótesis es que, dado que nuestro destino común es la muerte, en un acto de evasión inconscientemente entramos en negación y dejamos de razonar al tomar decisiones cuyo impacto es dañino para nosotros y/o para nuestros semejantes, presentes y futuros
El punto es que, cualquiera que sea el motivo o causa de nuestras estúpidas acciones destructivas, el único camino para resolverlas es: ¡La educación!, pero no cualquier educación; hoy lo que necesitamos es una educación que forme y despierte conciencias…
Lo que debería llevar a nuestros gobiernos y a la sociedad en general a la convicción de que es necesario y urgente innovar en el modelo educativo que hoy divide a la sociedad en dos: productores y consumidores, en adición a subdivisiones que nos confrontan por cuestiones de educación, ingreso, cultura, raza o religión; educación cuyo equivocado, irracional e inmoral objetivo utilitario tiene que ver con intereses económicos, para enriquecerse más, en el caso de los ricos, o para ser instrumentos del sistema productivo y sobrevivir, en el caso de los pobres.
Quizás, como reflexión final, deberíamos considerar que es tiempo de dejar de capacitar técnicos y obreros, para formar personas y ciudadanos pensantes, respetuosos de la vida, de sí mismos, de sus semejantes y del entorno ¡Así de sencillo!
Un saludo, una reflexión.
Santiago Heyser Beltrán
Escritor y soñador