Nuevos dictadores/Jorge Robledo
Es sencillo entender la impaciencia de no pocos observadores y políticos que esperan que la presidenta Sheinbaum señale la distancia, se deslinde o rompa, como quiera decirse o calificarse, respecto a su antecesor. En parte es herencia cultural del priísmo y del panismo en el poder. Los presidentes hacían sentir desde el inicio su autoridad. Era una forma de ganar legitimidad frente a lo que no aportaba el voto. Legitimidad del desempeño reemplaza a la del origen.
Ahora sucede al contrario en el sentido de que la legitimidad deriva de la continuidad; la lectura de la presidenta Sheinbaum no es errónea; la fortaleza no deviene del voto ni del quehacer, sino del proyecto que suscribe y como tal ese sí tiene una referencia personal. El régimen se enmarca en el obradorismo, que alude a una persona y también a un proyecto político con referentes que van más allá de la retórica como muestran las reformas constitucionales aprobadas en los primeros meses de esta legislatura. Quienes esperan distancia seguirán esperando.
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