
Descomplicado/Jorge Robledo
Un problema mayor la relación de la política con el dinero en México y en el mundo, con excepción de algunos países como Inglaterra y Canadá. Estados Unidos lo ha resuelto parcialmente, no de la mejor manera, con reglas laxas, pero con un régimen de transparencia que permite a la sociedad y a los electores conocer, casi en tiempo real, el financiamiento de candidatos; no hay topes de campaña, pero la información oportuna es obligada y severamente sancionada al particular si no cumple. No es una solución total porque revela la dependencia de los candidatos al dinero. En el Congreso quien más gasta es quien gana, y casi siempre es el que busca la reelección. Sin embargo, la transparencia garantiza que el origen no sea ilegal y que los recursos no sean desviados de su destino para financiar campañas.
Se puede decir, que en lo general en EU hay una articulación abierta entre el dinero y la política. López Obrador convenció con éxito que la misión principal de su empresa moral era la separación del poder económico del gobierno. La crítica, en parte válida, era que las decisiones públicas favorecían a los más ricos; partía de la tesis de que los intereses de los grandes empresarios se imponían sobre las responsabilidades de gobernar para todos y hacerlo con probidad. La parte más cuestionable y que se siguió reproduciendo en el periodo de López Obrador, con mayor acento, remite a la asignación de contratos de obra y servicios al margen de la probidad, la transparencia y el interés general. En nombre del combate a la corrupción se destruyeron las bases e instituciones que permitían contenerla, como el INAI que, por lo visto, ya acusaba un grado descomposición interna. Las investigaciones sobre la corrupción divulgadas periodísticamente fueron severamente perseguidas y descalificadas. La titular de la iniciativa civil Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad, María Amparo Casar, fue perseguida judicialmente con un pretexto de ridícula validez. No pocos periodistas independientes o críticos fueron despedidos sus casas editoriales como efecto de la autocensura, práctica que persiste hoy día en detrimento de la libertad de expresión.
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