
Los dineros de la democracia
La relación México-Estados Unidos en el tránsito de migrantes ilegales en el último siglo ha sido cómplice, perversa y violatoria de derechos humanos.
México ha sido incapaz de brindar condiciones para disminuir, de forma sistemática y progresiva los niveles de pobreza, lo que orilla a miles de personas a buscar el sueño americano año con año; a lo que se suman los desplazados que huyen de sus comunidades, por temor a ser reclutados o asesinados por los grupos criminales que controlan el territorio.
Por su parte, Estados Unidos ha participado en el juego de la gallina ciega, dejando correr mano de obra barata sin carga fiscal para las empresas, inclusive promoviendo la llegada de mexicanos cobijados en programas de cooperación bilateral.
Desde el siglo 19, los primeros mexicanos llegaron a Estados Unidos tras la firma del Tratado de Guadalupe (1848); acuerdo de paz que se cerró cuando México le cedió a Estados Unidos gran parte de su territorio como la alta California, Nuevo México y porciones de lo que hoy son Utah, Nevada y Colorado, por el jugoso pago de 15 millones de dólares.
En la década de 1940 la industrialización provocó una migración rural-urbana, para las décadas de 1980 y 1990 el flujo migratorio de mexicanos hacia Estados Unidos creció de forma importante.
El programa Bracero, que operó entre 1942 y 1965, permitió a miles de mexicanos aprender inglés y acostumbrarse a las prácticas laborales en el vecino país del norte.
Esas historias de éxito, alentaron a miles de personas a cruzar la frontera para alcanzar la calidad de vida de la prima o el primo que lo había logrado.
Pasó más de un siglo de acuerdos escritos y no escritos, que permitieron que los migrantes se establecieran en lo que se convertiría en su nuevo hogar, así establecieron las reglas del juego y desde entonces han pasado ya varias generaciones.
En los últimos sesenta años, la llegada del nuevo milenio, la modernidad y la globalización hicieron de las suyas y la política migratoria de Estados Unidos se endureció, pero en todo ese tiempo, dejaron abierta la puerta trasera de su patio, siempre han sabido dónde están las y los indocumentados mexicanos y en qué zonas del país se establecen.
Han sido mano de obra barata para patrones de ese país, se les permitieron ciertas garantías como, por ejemplo, la nacionalidad en caso de nacer en Estados Unidos (en hospital privado), abrir cuentas bancarias, en algunos casos podían tener licencia de conducir y ese era el primer paso para empezar a ser visibles con cierta formalidad, también cuentan con mecanismos para promover y obtener la residencia y posteriormente, la ciudadanía, siempre con sus reglas del juego, dejando espacio para hacer una vida -relativamente- estable allá.
En un sentido figurado se trató de una fórmula ganar-ganar, aunque realmente los migrantes indocumentados siempre han estado en desventaja y en momentos históricos como los dos periodos presidenciales de Donald Trump, donde el sistema de vigilancia migratoria se endurece, su situación se convierte en un infierno al ser tratados como delincuentes.
Lo que exige el presidente Trump a México es congruente con su interés primordial de cumplir lo que prometió en campaña a sus gobernados, lo que no significa que sea equitativo o justo.
Para el Gobierno de México el hábito quiso hacer al monje, pues durante décadas, ha resultado positivo y económicamente rentable que connacionales se arraiguen de forma ilegal en Estados Unidos, pues tan sólo en 2024 el envío de remesas alcanzó los 64 mil 745 millones de dólares, nuevo máximo histórico 2.3 por ciento más respecto al 2023.
Los gobiernos de Estados Unidos y México normalizaron la migración ilegal, fue una sociedad perversa de intereses comunes. Como expresó el analista David Lati en entrevista con la periodista Patricia Sánchez: Nos esperan momentos muy volátiles por los siguientes años… en una de las mayores disrupciones de la cadena de suministro de los últimos 30 años.
Ahora que la autoridad en turno de los vecinos del norte pone mano dura, la autoridad federal se indigna por el maltrato que se les da a los connacionales, cuando ha alentado la migración, al no crear condiciones de trabajos estables, salarios dignos, fomento eficiente al emprendimiento, o fortaleciendo regiones altamente productivas; lo que ha empujado a las personas o familias a buscar el tan desgastado sueño americano, pese a que en el intento empeñen sus vidas.