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LEÓN, Gto., 27 de abril de 2025.- Las emociones se desbordaron en el Centro de Internamiento Especializado para Adolescentes de la Secretaría de Seguridad y Paz, cuando el cuadrilátero de la lucha libre y el ring del boxeo se instalaron como un inesperado escenario de risas, aplausos y una profunda conexión con la esperanza. Para las y los jóvenes en conflicto con la ley penal, esta jornada representó un paréntesis en su realidad y una ventana hacia un futuro diferente.
Los gritos de aliento resonaban en el recinto, desde el fervoroso “acábalo”, hasta el indignado “estás viendo que le está jalando el pelo”, acompañando cada llave y cada golpe. La lucha libre, con su ancestral dualidad entre técnicos y rudos, se convirtió en un ritual donde los cuerpos volaban y se azotaban contra la lona, no solo para derribar al oponente, sino también para sostenerlo y cuidarlo en el fragor del combate.
Bajo las máscaras misteriosas y los rostros descubiertos, latían los corazones de gladiadores como Princesa Amonet, Becerrudo, Soldado de la muerte, Manicomio, Scorpion asesino, Deuz black, Máscara guerrera, Último halcón azteca, Alas de ángel, Ángel del bien, Makala y Máquina infernal. Herederos de una rica tradición mexicana, estos personajes construyen mitos y asumen identidades que trascienden lo cotidiano, ofreciendo un espectáculo que va más allá del deporte.
Las y los jóvenes del centro de internamiento fueron testigos de alianzas efímeras entre rudos y técnicos, uniendo fuerzas contra un réferi despavorido. Observaron llaves imposibles y cuerpos lanzados con fuerza sobre la lona. También presenciaron cómo la rudeza de algunos luchadores, como Soldado de la muerte y Manicomio, ponía en aprietos a la técnica Princesa Amonet, pareja de Becerrudo.
Pero su rol no fue solo el de espectadores. Tomaron partido con pasión, inclinándose mayoritariamente por los técnicos, en quienes veían reflejada la lucha por el bien. La representación en el ring de la eterna batalla entre el bien y el mal generó una catarsis colectiva, donde el castigo al rudo que no respeta las reglas era celebrado con fervor.
Los luchadores, a su vez, los involucraron activamente, animándolos a corear el emblemático “sí se puede”, a asumir momentáneamente el papel de réferi y a levantar la mano en señal de victoria a sus favoritos. La respuesta fue inmediata y entusiasta: varios jóvenes, contagiados por la emoción, incluso se atrevieron a subir al cuadrilátero.
La experiencia dejó una huella profunda en los jóvenes. Uno de ellos comentó conmovido: “me recuerda que todavía tengo oportunidades allá afuera”. Otro confesó un nuevo anhelo: “tengo el sueño de boxear porque ellos me inspiraron e hicieron que nos olvidemos por un rato de dónde estamos”.
Luis Felipe Razo Ángeles, director general de Reintegración Social para Adolescentes, destacó el valor terapéutico de esta jornada, señalando que el proceso de rehabilitación va más allá del cumplimiento de una medida legal, implicando la recuperación de la autoestima, la identidad, el sentido de pertenencia y la capacidad de soñar con un futuro diferente. “Llevar un espectáculo de lucha libre a un centro especializado para adolescentes internos no es un simple acto recreativo: es una herramienta poderosa de intervención psicosocial que conecta con lo cultural, lo emocional, lo aspiracional y lo simbólico”, enfatizó.
La jornada no solo brindó a las y los jóvenes la oportunidad de disfrutar de un deporte arraigado en la cultura mexicana, sino también de interactuar con figuras que han enfrentado desafíos y se han convertido en ejemplos de superación. Al finalizar el evento, la Dirección General de Reintegración Social para Adolescentes entregó reconocimientos al grupo Team Máquinas, al tianguis Línea de Fuego y a la Comisión de Box y Lucha Libre del Estado de Guanajuato por su valiosa colaboración para ofrecer un espacio de disciplina y esperanza a estos jóvenes.