
Antieres/Norberto Gasque Martínez
El año pasado se cumplieron cien años de la obra primaria del gran poeta chileno Pablo Neruda, publicada en 1924 la cual era simplemente un pequeño glosario de veintiún poemas, sin título y solamente numerados del uno al veinte con la adición del último poema intitulado UNA CANCIÓN DESESPERADA. Este formato dio título a la pequeña obra: “Veinte Poemas de Amor y Una Canción Desesperada”.
Según la biografía del destacado literato, se publicó cuando apenas contaba con diecinueve o veinte años de edad y lo catapultó como uno de los mejores poetas en ciernes, logrando un gran éxito con ello. Después sabemos de su inmensa obra a grado tal que casi cincuenta años después, en 1971, obtuvo el Premio Nobel de Literatura, otorgado por la Academia Sueca.
En plena adolescencia, en la transición de los estudios de Secundaria hacia la Preparatoria, tuve en mis manos por primera vez ese texto; lo recuerdo muy bien, en una edición con pastas verdes, cuyo contenido devoré una y otra vez, sobre todo el poema Uno, obviamente también el más famoso de todos: el Poema Veinte y en menor preferencia la Canción Desesperada.
Ya su obra ha sido muy explorada, comentada y sobre todo muy difundida, al igual que la aventura de su propia vida, militando en la política en su ideología de izquierda, comunista, donde se proyectó como un verdadero activista; a grado tal que hasta dio pauta para la filmación de una película que en su tiempo fue muy exitosa, intitulada “El Cartero de Neruda”, con buen argumento, buenos actores y una música espléndida (1994).
Neruda participó con su fiel amigo Salvador Allende en el Partido Unidad Popular, proyecto político que encumbró hasta la presidencia de Chile a Salvador Allende, pero el golpe militar instaurado por el General Pinochet acabó con ellos, inclusive hay quienes atribuyen la propia muerte del poeta, al largo brazo ejecutor de Pinochet, aunque sin probarlo, pues la causa oficial de su muerte fue el cáncer en la próstata que padecía, rumorándose que había sido inoculado en el propio hospital donde era atendido por una bacteria, esto es, envenenado. Pero todo eso quedó en un misterio.
Aterrizando aquí en nuestra tierra, recuerdo allá por los años 1983-1984, cuando laboraba en la Procuraduría de Justicia del entonces Distrito Federal que fui invitado aquí en León, a una exclusiva reunión-cena político-literario-musical en casa del abogado y notario público Jesús Luis Zepeda, conocido y famoso por el sobre nombre de “El Charro”; como yo era soltero, invité para que me acompañara a una chica muy bonita de la distinguida sociedad leonesa, cuyo nombre reservo; esa tropa la conformamos puros abogados, con sus parejas y amenizó el ambiente un trío con el cual cantamos y nuestro amigo abogado Ernesto Arrache quiso declamar, como ya lo había hecho otro colega con el poema “En Paz” de Amado Nervo; Arrache, hombre culto, muy inspirado y elocuente tenía muy bien ensayado el poema de Pablo Neruda “Farewell” y lo recitó tan bien que le aplaudimos de pie, pero la guapa chica que me acompañaba abrió la boca y dijo en voz alta: “ese Neruda muy buen poeta de Guanajuato”. La concurrencia hizo un silencio total y me voltearon a ver. Con mucho tacto y en tono cariñoso le dije a mi pareja, “No linda, se trata de un poeta chileno”.
Lo peor fue cuando, aprovechando que fuimos solos hacia la mesa para renovar nuestros tragos, el propio Ernesto Arrache me dijo: “muy bonita muchacha Paulino, pero siquiera mándalas a la Nocturna” y luego ambos nos reímos tomándolo como una verdadera broma; y sí, amables lectores, es difícil que confluyan la belleza, la inteligencia y la cultura.
Remato esta disertación con dos comentarios últimos, recomendando puedan escuchar la voz auténtica del poeta Pablo Neruda plasmada en la colección de la UNAM “Voz Viva de México” grabada en 1967 y consultable en YouTube y dos fragmentos del poema Veinte:
“Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Yo la quise, y a veces ella también me quiso”. “La misma noche que hace blanquear los mismos árboles. Nosotros, los de entonces ya no somos los mismos”; y otros dos fragmentos del poema “Farewell”: “Desde el fondo de ti, y arrodillado un niño triste, como yo nos mira” “Amo el amor que se reparte en besos, lecho y pan”, “Amor que quiere libertarse para volver a amar”.