
Mom/Norberto Gasque Martínez
En respuesta a Ector Jaime Ramírez Barba
He leído con asombro –y confieso que con una pizca de ternura política– la columna de mi compañero diputado de la derecha panista (foxista-yunquista) Ector Jaime Ramírez Barba, en la que denuncia con tono apocalíptico la supuesta paradoja política de haber rechazado una iniciativa de ley para regular la atención médica domiciliaria. Según Ector, amarrando navajas, al votar en contra del dictamen, no solo traicionamos a la presidenta Sheinbaum, sino que además estamos condenando a millones de mexicanos a una vida de dolor, abandono y, por qué no, a morir esperando a un médico. Dramático, sin duda. Pero no por eso cierto.
Primero, el señalamiento de que Morena actúa en contra del programa Salud Casa por Casa revela una incomprensión elemental de cómo funciona el diseño institucional en este país. Que un programa federal funcione bajo criterios administrativos no significa que esté a la deriva ni que necesite, como tabla de salvación, una ley federal con pretensiones de uniformidad absoluta. De hecho, el programa está operando, expandiéndose y siendo reforzado con inversión y personal. Pero claro, como no lo firmó el PAN, entonces no vale.
Segundo, quien fue parte del modelo neoliberal, que transformó la salud en una mercancía, nos acusa de ignorar el derecho a la salud, como si los principios constitucionales dependieran de la existencia de un artículo 32 Bis para cobrar vida. La atención médica domiciliaria no está prohibida ni ausente en nuestro sistema: existen disposiciones reglamentarias, estándares técnicos y atribuciones claras para que el gobierno implemente este tipo de acciones según su contexto. Lo que le gusta a Ector es legislar por catálogo, como si cada programa debiera convertirse en ley para no ser considerado volátil.
Tercero, su propuesta legislativa de marras, lejos de ser el acto jurídico de vanguardia que quiere vender, tiene vicios técnicos evidentes: centraliza funciones que constitucionalmente son concurrentes, propone duplicar estructuras ya existentes y genera obligaciones presupuestales sin sustento financiero definido. Por mucho menos, se han desechado iniciativas producto del cabildeo legislativo que tanto acostumbra el PAN. Pero en este caso, el autor cree que una mala fábula legislativa basta para ganar el debate en los medios.
Y hablando de fábulas, me resulta fascinante el uso emocional de personajes ficticios como María, Juan o Luisa. ¿Quién necesita una Exposición de Motivos técnica, cuando puede armar una tragicomedia legislativa con adultos mayores olvidados, medicamentos que nunca llegan y médicos que vagan sin brújula por un sistema sin ley? Lo siguiente será escribir iniciativas en forma de cuento ilustrado.
No niego que haya brechas y retos en la atención domiciliaria. Lo que niego es que una ley mal diseñada, poco articulada y políticamente oportunista sea la vía correcta para resolverlos. Si se quiere fortalecer el programa Salud Casa por Casa, no se hace con gritos desde una tribuna o dramatismo desde una columna, sino con trabajo técnico, evaluaciones serias y presupuestos responsables.
La salud pública, que es un asunto de seguridad nacional, no se construye con emociones legislativas ni con berrinches derechosos. Se construye con responsabilidad, con visión de Estado y, sí, también con la humildad de aceptar que no todas las iniciativas deben convertirse en ley solo porque un Ulpiano yunquista las considera brillantes.
Y, por cierto: la verdadera paradoja política es que este neoliberal acuse de centralismo a una cuarta transformación que asume un real federalismo colaborativo con un modelo de salud integral desde el IMSS-Bienestar, para que toda mexicana o mexicano acceda gratuita y universalmente a la salud, mientras pide legislar desde San Lázaro como si fuéramos virreyes normativos de la Federación.
Lo lamento, pero esta vez no pasaremos del teatro al Diario Oficial.