
Diversidad que transforma: las aulas como espacios de resistencia
Valeria Márquez y María José Estupiñán además de ser influencers ambas fueron asesinadas por supuestos repartidores, el caso de Valeria fue el 13 mayo en su salón de belleza en Zapopan, Jalisco mientras realizaba una transmisión en vivo en redes sociales, por otro lado María José también fue asesinada dos días después el 15 de mayo por un sujeto que le entregaría un obsequio en su propia casa en Cúcuta, Colombia.
Otra similitud en ambos casos es que estaban vulnerables por episodios de violencia que habían vivido con sus exparejas. Valeria había compartido que temía que algo pudiera pasarle, en publicaciones anteriores había contado que tuvo un desencuentro con su expareja, y lo culpaba de antemano si algo le pasaba a ella o a su familia. En el caso de María José en 2018 ella interpuso una demanda por violencia intrafamiliar contra su expareja y el día antes del asesinato acudió a la Fiscalía como víctima del proceso, según fuentes cercanas al caso, habría obtenido un fallo a su favor, en el que se ordenaba una indemnización de 7mil dólares por parte de su expareja.
Tanto en México como en Colombia las investigaciones están en curso pero a una semana no hay ningún detenido ni se conoce el móvil de los feminicidios, sin embargo en redes sociales hemos visto todo tipo de conjeturas sobre la causa de muerte, algo que las revictimiza pues han sido juzgadas por su estilo de vida o con quien se relacionaban con comentarios misóginos y juicios morales que las responsabilizan de su propio feminicidio. Algo que debe ser inaceptable es que como sociedad no sea la indignación la que resalte, sino la violencia digital a las que han sido sometidas aun ya sin vida.
En la página de google trends, en el periodo de esta última semana, prevalecen como principales temas de búsqueda el nombre de ambas mujeres, acompañados de imágenes y videos, que en el caso de Valeria no debe dejar de sorprender el número de reproducciones y las veces que ha sido compartido el momento del ataque.
Estas acciones no solo perpetúan la violencia de género, sino que también invisibiliza las fallas estructurales que impiden a las mujeres vivir y expresarse con libertad.
¿De todo esto qué nos queda? Reflexionar sobre cuántas mujeres viven un entorno de violencia similar al de Valeria y María José y están al alcance de un falso repartidor que su objetivo es dispararles para quitarles la vida, sería importante ponernos a repensar cómo estamos digiriendo este tipo de acontecimientos que no dejan de ser noticia, pero sí dejaron de asombrarnos o al menos, eso parece.
A las autoridades que en muchos casos determinan que son hechos aislados, que sus programas o políticas públicas, aunque son esfuerzos, aún no han funcionado significativamente, nos toca seguir presionando y señalando que falta justicia, si una cámara de video vigilancia falla, si una pieza del sistema falla, ya no hay justicia, lo peor que puede pasar es que estos feminicidios queden impunes como con tantos otros ha sucedido, y lo más grave es que ver matar a una mujer en una transmisión en vivo en redes sociales no nos motive a más que culparla por sus circunstancias, en lugar de movilizarnos y gritar justicia para que como dice Vivir Quintana en su estupenda letra que refleja la situación actual, podamos vivir sin miedo.