Genio y Figura/ Francisco Buenrostro
En México el romance con el hábito de la lectura ha sido un camino cuesta arriba, a paso lento pero esoy convencido de que avaza y eso ha sucedido gracias a centenas de esfuerzos colectivos locales que han impactado en la esfera nacional.
Hace unos días visité la FIL, como se le dice de forma cariñosa a la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, actualmente el mayor encuentro en el mundo para publicaciones en español y, para autores europeos e iberoamericanos con los que conversé, la número uno por encima de la de Frankfurt, Alemania, pero ¿qué la hace peculiar?, que es una feria para profesionales donde el público es bienvenido.
Me decía Diego Salazar, periodista y escritor latinoamericano: “Estoy soprendido por la horda de niños y adolescentes que te encuentras en los pasillos de la FIL”, una forma muy peculiar para describir los ríos de estudiantes que inhundan Expo Guadalajara cada FIL, pero ese factor impacta a cualquier escritor del mundo en su primera visita, cada uno a su estilo, pero todos coinciden en que la energía que le dan los estudiantes y las familias que llegan es única y contagiosa, que hace eco en una operación ya aceitada durante 37 años, que reune a mas de 800 mil asistentes, dos mil sellos editoriales y representantes de 49 países.
Pero al logro consolidado de la FIL que es incuestionable, creo que se deben sumar los esfuerzos de las ferias de libros locales, que suceden en las plazas principal de cualquier municipio del país.
En el caso de la ciudad de León, el esfuerzo y constancia que se ha puesto por colocar a la Feria Nacional del Libro de León, FeNaL entre las cinco ferias del libro más importantes del país, es de reconocerse, peleando posiciones con esfuerzos como las Ferias Internacionales del Libro del Zócalo de la Ciudad de México, Palacio de Minería, Monterrey, Veracrúz, Oaxca y Puebla, por mencionar sólo algunas, a demás de FIL Guadalajara.
Regresando a León, el nacimiento de esa gran apuesta empezó -como sucede en ese tipo de proyectos- con mucha voluntad, sin presupuesto y con grandes retos, por eso es digno reconocer a sus pioneros.
Nació como Feria Nacional del Libro Infantil y Juvenil, fue en una sesión del Consejo para la Cultura de León (ahora Instituto Cultural de León). El periodista Leopoldo Navarro propuso crear una Feria del libro local, el consejo presidido por Federico Zermeño Padilla lo aprobó y empezó la aventura.
Todo fue suma de voluntades, con dos meses de planeación y fecha de apertura para un 25 de mayo de 1990 en el entonces Centro de Convenciones, contó en alguna entrevista Ana María Riveira Pérez, la primera directora.
A treinta años de su inicio, la FeNaL es el encuentro literario más importante de la región, recibe a casi cien mil visiantes, participan más de 350 sellos editoriales con 180 presentaciones y medio centenar de espectáculos, sin duda, su presencia contribuye al esfuerzo de la industria por mantenerse vigente.
Para dimensionar su valor, en datos de la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana, en 2022 se vendieron 104.8 millones de ejemplares en el país y, tan sólo en las diez principales ferias de libros del país, generaron ventas por más de 40 millones de pesos.
Esfuerzos locales como la Feria Nacional del Libro de León, con más de tres décadas de vida son, indudablemente, los que marcan un AnteZ y un después, como lo refiere la librería Gandhi, al inundar ciudades con una campaña de espectaculares muy creativos, con textos cortos pero contundentes promoviendo la lectura como: “Menos face y más book”, “Lector el que lo lea”, “y ezta falta ¿sí la viste?” o “Antez | Después”.