
Polos de Bienestar: el nuevo rostro del desarrollo regional en México
“El milagro de la vida”
En abril le llevé novio a la Kaira, mi perrita Pastor Belga, el 13 de junio, 60 días después, inició el parto; empezó a las 9 de la noche, para las 3 de la mañana teníamos 6 cachorritos, dos niños, cuatro niñas.
Antes del noviazgo la perra dio señales de entrar en celo con la inflamación de sus órganos y con un sangrado como señal de ovulación, ello además de las feromonas que el perro detectó de inmediato; con la cruza, antes del parto, la perra ya tenía señales del embarazo, algunas físicas como el crecimiento de su vientre y de sus pechos y otras emocionales, la perrita se percibía más sensible y emotiva, buscaba continuamente la caricia.
En mi casa hay alegría, la vida siempre es bien recibida, incluyendo a dos ardillas que se comen las croquetas de la perra cuando esta se descuida, tres lagartijas en la barda de piedra, alrededor de 15 colibríes que vienen a degustar el jarabe que les pongo en bebederos y un par de tlacuaches que de noche recorren el jardín; en adición tenemos hormigas, pájaros que de visita se comen las morusas de las croquetas de la perra o descansan en el árbol de limón y abejas, mariposas e insectos varios que visitan a las flores que adornan el jardín.
Frente a la casa hay un camellón con tabachines, mezquites y algunas flores, enfrente un kínder con jacarandas, todos visitados por pájaros e insectos, mientras de vez en cuando algún perro suelto y dos o tres gatos recorren las calles; hasta que mi perra los corre a ladridos… En el atardecer, las parvadas de pájaros que regresan a su hogar surcan los cielos mientras disfruto de la puesta de sol desde la terraza y: “doy gracias a la vida, que me ha dado tanto”;… como diría Violeta Parra, compositora chilena.
Ver el proceso de la naturaleza en mi perra me ha traído de nuevo a la reflexión sobre el sentido de la vida y la razón de nuestro existir y no, no porque sea yo de filosofar, sino porque no es posible quedar insensible ante todo ese milagro que se da frente a nuestros ojos y que de alguna manera, si no estamos idiotizados con el poder y el tener, nos debe llevar a la reflexión que conduce a la revisión del camino que estamos siguiendo y de lo que hacemos con nuestro tiempo, que es poco, en ese espacio entre el nacimiento y la muerte; porque si bien las manifestaciones de vida deben maravillarnos y concientizarnos, no están separadas de nuestra temporalidad y segura muerte, en la que, al margen de tus creencias, todo lo que hoy conoces, disfrutas y amas, termina.
Los perros nacen ciegos y sordos, durante un par de semanas no ven y no oyen; aun así, ladran lastimeramente cuando tienen hambre o frío e imagino, se guían por el olfato y el calor para dar con los pechos de su madre y beber, primero calostro que los protege de enfermedades y después rica leche que les nutre durante un par de meses. Ver a los perritos arrastrarse como gusanos (los perros no caminan al nacer, los caballos sí) para buscar el calor de unos con otros y dormir hechos bola o al despertar localizar a la madre y metiéndose entre sus patas para buscar la fuente de leche es entretenidísimo y si tiene uno la fortuna o decisión de “estar despierto” para disfrutar las cosas sencillas de la vida, es un espectáculo de como la naturaleza se las ingenió para dar continuidad a la especie, a cada especie, ya que además de las obvias diferencias entre ovíparos y mamíferos o entre peces y aves, entre los mismos mamíferos hay un sinnúmero de diferencias y características particulares de cada especia cuya única conclusión posible es reconocer que la vida es un milagro, lo que debería llevarnos a la reflexión sobre el propio sentido del milagro de nuestras vidas; que estoy seguro no tienen por objetivo tener una TV plana, un auto o un Iphone, mucho menos acabar con los recursos naturales, contaminar el ambiente o sacar ventaja para abusar de nuestro prójimo… ¡Así de sencillo!
Un saludo, una reflexión.