
Genio y figura/Francisco Buenrostro
En un país donde los desafíos en salud pública se multiplican y los recursos para la ciencia son limitados, la Universidad de Guanajuato (UG) demuestra que el conocimiento puede florecer incluso en terrenos áridos. Dos noticias recientes lo confirman: por un lado, una investigación pionera sobre plantas medicinales mexicanas con potencial para combatir el Parkinson; por otro, el reconocimiento a 718 docentes de la UG que forman parte de los sistemas nacionales de investigación y creación artística. Ambas noticias no solo son motivo de orgullo, sino también un llamado urgente a valorar el papel de las universidades públicas en la construcción de un México más saludable, justo y preparado para el futuro.
El proyecto liderado por el Dr. Ángel Josabad Alonso Castro, de la División de Ciencias Naturales y Exactas, es un ejemplo de cómo la ciencia puede nutrirse del conocimiento ancestral. A partir de infusiones tradicionales utilizadas para tratar la ansiedad, su equipo identificó compuestos con propiedades neuroprotectoras que podrían ayudar a prevenir o controlar los síntomas del Parkinson. En un país donde esta enfermedad afecta a miles de personas y donde los tratamientos convencionales como la L-dopa pueden tener efectos secundarios severos, esta línea de investigación representa una esperanza real, accesible y menos tóxica.
Pero este avance no es un caso aislado. Es el reflejo de una comunidad académica sólida: la UG cuenta con 718 docentes reconocidos a nivel nacional, lo que la posiciona como la octava Universidad Pública Estatal con más integrantes en el Sistema Nacional de Investigadoras e Investigadores (SNII) y la quinta con más personas en los niveles II y III, es decir, con mayor experiencia y liderazgo científico. Además, el 88.16% de su profesorado de tiempo completo forma parte del SNII, una cifra que habla de compromiso, excelencia y perseverancia.
En tiempos donde la ciencia enfrenta recortes presupuestales y discursos que minimizan su valor, estos logros deben ser celebrados y, sobre todo, defendidos. Porque detrás de cada hallazgo hay años de formación, laboratorios que resisten con lo mínimo, y personas que, como la Dra. Katarzyna Wrobel —recientemente nombrada Investigadora Emérita—, dedican su vida a entender un mundo cada vez más complejo.
La investigación sobre el Parkinson no solo es relevante por su impacto médico, sino también por su simbolismo: es ciencia hecha en México, con plantas mexicanas, por científicos mexicanos. Es la prueba de que nuestras universidades públicas no solo educan, también innovan, curan y transforman.
Invertir en ciencia no es un lujo, es una necesidad. Y la Universidad de Guanajuato nos recuerda que, incluso con recursos limitados, el conocimiento florece cuando hay voluntad, talento y visión.