
Algo más que el efecto viral/Paty Sánchez
La inteligencia artificial ha ido tomando fuerza, para bien o para mal se ha ido volviendo parte del día a día de la sociedad.
Para ser sincera yo misma empiezo a ceder ante tal avance tecnológico, por ejemplo para escribir está columna pensé en hacer un experimento y pedirle que escribiera la columna por mi, sin embargo y a pesar de sentirme cansada decidí escribirla yo misma y justo sobre eso, como hemos ido cediendo espacios a la inteligencia artificial, incluso para suplirnos en nuestras ideas y pensamientos, si bien son útiles también contribuyen a tener nuestros cerebros dormidos y eso es muy peligroso y un arma de doble filo diría yo. Debemos poner límite en la manera que utilizamos estás nuevas tecnologías, debemos ser consientes de las actividades que debemos seguir realizando de manera personal, no dar pie a que nos supla en lo más íntimo y único como son nuestros pensamientos, no dejar que nos duerma el cerebro, que sin duda al no utilizarlo se va atrofiando.
Claro que es tentador que alguien más te haga el trabajo, sin embargo no olvidemos que ninguna máquina o inteligencia robótica puede suplir genuinamente al ser humano y las relaciones y vínculos que generamos entre nosotros y que es parte de nuestra humanidad y nuestra evolución.
Les confieso que aunque reconozco las ventajas de la tecnología, extraño la vida sin ella. Cuando las conversaciones más íntimas no necesitaban de un teléfono mediador o cuando en la sobremesa no había de otra más que poner atención al interlocutor, cuando uno salía a andar en bici con los vecinos y a cierta hora se veía un programa de televisión en familia.
Extraño el olor de los libros en las bibliotecas y la manera en que uno tenía que ponerse a investigar hoja por hoja, libro por libro. Todo esto quizás las nuevas generaciones no lo sepan, pero no tener acceso a todo de manera tan inmediata también tenía su recompensa.
Hace poco estuve a punto de chocar echándome de reversa, mi hermano que habitualmente está en su teléfono por suerte ese día no lo traía y pudo estar atento para decirme “cuidado”. El choque se evito y yo con alivio le dije “que suerte que hoy no traías tu celular o sino no me hubieras alertado del carro detrás nuestro” y me quedé pensando que por la atención que le ponemos al celular cuántos “choques hipoteticos” suceden a diario en el mundo que no estamos viendo, advirtiendo, alertando o evitando por estar en el celular, usando la inteligencia artificial para que nos resuelva todas nuestras dudas evitándonos pensar un poquito más de lo normal.
Todavía es tiempo de no permitir que nos duerman el cerebro.