
La falsa disyuntiva entre privacidad y seguridad
La verdad no peca… pero incomoda
Un simple y sencillo mensaje posteado en la red social Facebook es motivo de mi reflexión de esta semana: “Nos hemos convertido en una sociedad que niega que un feto humano tenga vida, pero acepta sin dudarlo que un hombre vestido de mujer sea mujer”. Tan breve como contundente, tan real como polémico.
Esta idea se vio reforzada en mi mente con el incidente ocurrido en la línea 1 del metro de la Ciudad de México, específicamente en la estación La Merced, donde una elemento de la Policía Bancaria e Industrial (PBI), de la Secretaría de Seguridad Ciudadana, fue reprendida únicamente por hacer su trabajo al decirle a un hombre vestido de mujer que no podía pasar al vagón exclusivo para damas y niños menores de 12 años, llamándolo, inclusive, “caballero”, en lo que debería de ser un signo de cortesía, pero que se tomó, por el contrario, en un agravante del supuesto acto de discriminación.
El incidente fue captado en video, llevando el asunto hasta el supervisor de la uniformada, quien no sólo le dio acceso a la persona en cuestión al área restringida para mujeres sino que envió a la representante de la ley y el orden a un curso de capacitación en materia de equidad de género y respeto a los derechos de las personas de la comunidad LGBITTTQ+.
Además la Dirección de Supervisión y Evaluación Corporativa de la PBI anunció que le impondrá un correctivo disciplinario, lo que se integrará a la carpeta de investigación administrativa interna del caso y su expediente.
Por su parte las redes sociales, y me sumo a ello desde luego, estallaron en miles de comentarios a favor de la mujer policía, reconociendo que no hizo más que su trabajo, porque la definición de una persona trans, o transgénero, es alguien cuya identidad de género difiere del sexo que se le asignó al nacer. Es decir, no se identifican con el género que socialmente se asocia con su sexo biológico.
¿Suena ambiguo? Lo es. Sin embargo, la llamada cultura Woke ha permeado a todos los niveles y lo socialmente aceptado, en teoría, es que cualquiera puede sentirse lo que quiera y por ese simple hecho serlo, es decir (y no, no es broma, se trata de un caso real) si un hombre mayor se identifica como una niña de cinco años puede convivir con otras pequeñitas de esa edad sin que se puedan poner siquiera en duda sus intenciones.
Estoy a favor de que las personas se identifiquen como mejor les parezca, respeto por completo eso, pero que nos quieran obligar al resto de la sociedad a aceptar como verdadera una farsa y, lo que es más, que encima se le sancione a una servidora pública por cumplir con su trabajo creo que nos lleva a un escenario kafkiano en el que el sentido común es, más que nunca, el menos común de los sentidos.