
Hablando en Serio/Santiago Heyser Beltrán
No todo en política, ni siquiera en los análisis de sus cronistas y observadores, puede explicarse únicamente por intereses, temores o cálculos mezquinos. Las emociones también cuentan, y con ellas, el sentimiento de agravio —real o imaginado—. Esto viene al caso por la postura de una parte importante de la opinión crítica, que enfila con furia sus cuestionamientos hacia López Obrador, mientras evita aplicar el mismo rigor a la presidenta en funciones.
Es cierto que muchos de los problemas actuales —la violencia, la crisis financiera, el deterioro del sistema de salud y educativo, la situación crítica de las empresas del Estado, la corrupción y el fracaso de las obras emblemáticas— remiten al gobierno de López Obrador. Incluso las reformas constitucionales más dañinas, como la desaparición de órganos autónomos, la militarización de la seguridad pública y la reforma judicial, vienen del diseño del expresidente. Varias de esas decisiones, en contra de los principios históricos de la izquierda democrática. Sin embargo, no puede pasarse por alto que la presidenta Claudia Sheinbaum ha respaldado, promovido y consolidado buena parte de esas políticas.
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