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No hay país tan democrático como México: Sheinbaum
Yo iba para ingeniería industrial. Me tocó hacer el examen de admisión a la UNAM en el todavía flamante Estadio Azteca y lo pasé. La confirmación me llegó por correo casi dos meses después.
Con el corazón a mil por hora, era un momento mágico cuando abrías el sobre blanco con el rótulo de nuestra Máxima Casa de Estudios.
Palabras más, palabras menos, te decían que habías sido aceptado para continuar tu educación académica, en la Escuela Nacional Preparatoria. En ese 1971, te daban una nueva opción: El Colegio de Ciencias y Humanidades.
Había solicitado la Prepa 6 de Coyoacán, pero siempre amante de la novedad, me incliné por el CCH, que para empezar ofrecía bachillerato abierto, sin tener que elegir alguna área desde el principio.
Fui a caer al flamante plantel Vallejo, en la Avenida de los 100 metros, donde llegué de 19 y pasé tres de los mejores años de mi vida, gracias a todo, a todos y a todas.
Llegó entonces el momento de la elección de carrera y ahí fue “donde la puerca torció el rabo”. Me había ido bien en matemáticas, pero muy regular en física.
Cuando llegaron los enviados de la UNAM para levantar las inscripciones, no pude imaginar un ingeniero que no supiera física y pedí la Guía de Carreras.
Me llamó la atención la carrera 024 de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, Licenciado en Periodismo y Comunicación Colectiva; leí de qué se trataba y en cinco minutos me decidí por esa carrera.
A partir de entonces, he vivido los cincuenta y tres mejores años de mi existencia, gracias a todo, a todos y a todas.