
Gana el rencor
¿El Cervantino se va de Guanajuato?
Esta columna emerge desde cimientos sólidos de información y datos duros, por lo menos así se ha intentado construir desde su nacimiento, sin embargo, hoy, debido al gran cariño que le tengo al Festival Internacional Cervantino será, quizá, la excepción que afirme la regla: Trasciende información de que el gobierno federal quiere llevarse el Cervantino de Guanajuato.
La información, no oficial, es que planean alternar su realización un año en Guanajuato y otro fuera de la entidad que lo vió nacer, siguiendo la fórmula del Tianguis Turístico, que nació en el puerto de Acapulco en 1975 por iniciativa de Miguel Alemán Valdés, que se consolidó durante varias décadas y en 2011, el gobierno federal, durante la presidencia de Felipe Calderón optó por hacerlo itinerante, un año en Acapulco y al año siguiente en otra ciudad del país.
¿Cómo se puede concebir el Festival Internacional Cervantino fuera de Guanajuato capital, observando los entremeses cervantinos sin tener de escenario la Plaza de San Roque, sin sus callejones, sin sus túneles, sin el Teatro Juárez?
Los festivales deben ser, oasis que den respiro al ritmo ordinario de la vida y acercar el arte, en sus diferentes expresiones, al público que lo aprecia en las calles o en un recinto consagrado. Tampoco se trata de un reclamo caprichoso, sino de recordar el orígen de lo que se conoce como los festivales de arte modernos.
A Richard Wagner, se le debe la idea de los festivales artísticos modernos, antes de ser compositor fue un estudioso de la tragedia griega, creó la obra El anillo del Nibelungo (1852-1853), obra de dramaturgia que debía ser representada en cuatro jornadas consecutivas; después encontró una pequeña ciudad de provincia en Alemania, con monumentos rococó y una historia de más de ochocientos años, conocida como Bayreuth, al noreste de Baviera. No estaba en el mapa como un gran destino, sin embargo, Wagner decidió que quienes desearan asistir a ese lugar, sería para apreciar el sitio y su obra, fue que nació el Festival de Bayreuth en 1876, reconocido como el primer festival moderno, que se convirtió en referente obligado para artistas e intelectuales de Europa y otros continentes.
El éxito de ese festival impulsó otros más como el festival de Salzburgo, Austria, en la ciudad natal de Mozart, se fundó en 1920 con la idea de transformar la ciudad en un gran escenario para eventos culturales, con énfasis en ópera, teatro y conciertos.
Ejemplos de festivales globales con arraigo local, hay por decenas en el mundo, otro caso del siglo veinte es el Festival de Música y Arte Coachella, que se realiza en el Valle del mismo nombre, en el desierto de California, EU.
Casi 80 años después de la iniciativa de Wagner, en el nuevo continente y con una realidad histórica distinta, el maestro Enrique Ruelas Espinosa llevó a escena los Entremeses Cervantinos, un 20 de febrero de 1953, con estudiantes del Teatro Universitario de la Universidad de Guanajuato; sin sospechar que su iniciativa impulsaría el nacimiento del Festival Internacional Cervantino, reconocido en la actualidad como uno de los acontecimientos culturales más importantes en las artes escénicas a nivel mundial.
Se debe reconocer que el impulso internacional del Cervantino, además del romántico trabajo del maestro Ruelas y de la comunidad universitaria, se debió al apoyo del entonces presidente de México José López Portillo y su esposa Carmen Romano, en 1977 el presidente firmó un decreto para la organización del Festival Internacional Cervantino y su financiamiento.
Desde entonces el Cervantino trabaja una agenda conjunta entre la federación, la Universidad de Guanajuato y el Gobierno del Estado de Guanajuato.
El Cervantino tiene la magia de suceder en Guanajuato, ciudad declarada: Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, (1988); además alberga al Museo Iconográfico del Quijote, (inaugurado en 1987) que contiene más de mil piezas de arte alusivas a Don Quijote de la Mancha, el personaje emblema de Cervantes, museo con reconocimiento internacional.
Existen razones de peso por las que Guanajuato se ha ganado, a pulso, el derecho de conservar ser sede única del Festival Internacional Cervantino.
Esperemos que el rumor de que el Cervantino cambie a una modalidad itinerante, con presencia en Guanajuato cada dos años, quede sólo en rumores, y que no sea una ocurrencia arbitraria de quienes, en este momento, mandan en la política cultural de México.