Sabores/Ale Maldonado
Cuando en 1979 para festejar el Día de las Madres, para las trabajadoras del entonces Instituto Nacional Indigenista donde laboraba como Sub Director de Eventos Especiales y Servicios de Apoyo, acudí a mi amigo Enrique Cáceres, para entonces un cantante consagrado tras haber triunfado en el Festival OTI, para encabezar el espectáculo que se prepararía para la entrega de regalos.
Para que luciera el cantante Enrique Cáceres, por contrato, él mismo seleccionaba el grupo musical que lo acompañara; a veces era algún trío, pues él había sido primera voz de Las Sombras y de Los Panchos, antes de ser solista; sin embargo, en esa ocasión me dijo que llevaría un grupo musical, como media orquesta de siete miembros, que él se encargaba.
El edificio del Instituto Indigenista contaba con un regular Auditorio para unos trescientos asistentes cómodamente sentados en butacas y con un escenario o foro al frente, ahí nos servía para múltiples eventos. Para los amables actores provenientes de la Ciudad de México, entonces Distrito Federal, recordarán que el edificio se ubicaba allá por la Avenida Revolución, al sur, casi esquina con Barranca del Muerto, y la calle Las Flores que descendía desde el Periférico.
El mero día 10 de mayo se preparó todo para iniciar el evento a las 12 p.m. El personal, especialmente las madres, empezaron a ocupar los lugares. En el escenario ya estaba una mesa en diagonal con cuatro lugares, esperando a la esposa del entonces Director General, de nombre María Luisa Cavazos de Ovalle, mujer muy joven, elegante y bonita. Otro para el artista Enrique Cáceres; el tercero para una de las madres festejadas designada por el Sindicato, y en el cuarto lugar su servidor como organizador.
La señora María Luisa Cavazos, dirigió un mensaje breve, alusivo al día; luego me cedió el micrófono y procedí a presentar a un Maestro del área de Antropología Social que era declamador, quien subió al foro y declamó una pieza muy popular y propia para la ocasión y también para las noches de Año Nuevo, me refiero al “Brindis del Bohemio”.
Enseguida, ya esperaban con ansias la actuación de Enrique Cáceres. Así que sin más palabras lo presentamos y con gran experiencia, se apoderó del escenario; ya para entonces estaba instalado el grupo musical que había llevado, arrancando con los acordes de “Quijote”, luciendo su gran voz. Luego sus éxitos en el trío “Las Sombras” y luego éxitos de “Los Panchos”, donde fue su primera voz. A cada rato felicitaba a “las madrecitas” y bajó a saludar al público entre las butacas.
Mi sorpresa vino cuando pidió un aplauso para el Maestro, Compositor y Director del grupo musical que fungía como tecladista, y resultó ser Chucho Rodríguez Ramírez, sobre quien ya había leído y conocía algunas de sus canciones; Jesús Rodríguez Ramírez, era chihuahuense, como de 70 años, un poco más alto que yo, de tez morena y con bigote recortado. Nunca creí llegar a conocerlo, pues cuando estaba en la Escuela Preparatoria de León, cantábamos en el quinteto musical una canción de su autoría en la versión de Los Tecolines, “Cosas del Ayer”, que gustaba mucho.
Impactado por la presencia del compositor y con la confianza que tenía a Enrique Cáceres, se lo comenté y al terminar su show, anunció al público que cantaría para las madres el licenciado Paulino Lorea, una canción del Maestro Chucho Rodríguez ahí presente. Saludé al Maestro en el centro del foro, nos pusimos de acuerdo en el tono y sólo me comentó: “¿alguna recomendación? ¿se la sabe bien?” le dije que era un gusto conocerlo y arrancamos; al terminar la canción estuve a punto de llorar, conmovido por ese momento para mí inesperado. Cosas del ayer… que hoy recuerdo. “Ahí donde guardan sus cantos las olas del mar…”