
Universidades públicas en México: Forjadoras del Progreso/Enrique Rivera
La falta de escrutinio social al poder es la mayor insuficiencia para contener su abuso. Se ha naturalizado, tanto en la presidencia como en buena parte de los medios afines, la práctica de desacreditar e insultar al mensajero cuando surge una observación crítica. Sucede con periodistas, analistas, medios de comunicación, líderes de opinión, organismos e instituciones internacionales y, en estos días, con el expresidente Ernesto Zedillo, quien afirma que México, lejos de ser “el país más democrático del mundo” —como sostiene la presidenta Sheinbaum—, ha visto asesinada su democracia.
Las palabras son fuertes, pero no excesivas, por lo que se está haciendo con el Poder Judicial Federal y la SCJN. Deberían abrir un debate serio sobre la situación del país y de su democracia. No ayuda convertir el tema en un chisme de lavadero ni reducirlo a una diferencia personal. El reclamo es grave y exige una deliberación de fondo. ¿La elección directa de juzgadores, en la modalidad aprobada por el Constituyente Permanente, convierte a México en el país más democrático del mundo? ¿El pueblo seleccionará y elegirá libre e informadamente a sus jueces? ¿La democracia directa es la mejor vía para garantizar la independencia y autonomía de los tribunales encargados de defender la constitucionalidad frente a la arbitrariedad del poder? Estas preguntas merecen respuesta al margen de la banalidad o de la retórica partidista.
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