
Descomplicado/Jorge Robledo
En tiempos donde los discursos de odio se disfrazan de opinión y la discriminación se enmascara bajo la costumbre, las universidades tienen una responsabilidad insoslayable: ser faros de inclusión, de dignidad y de verdad.
Así lo ha demostrado la Universidad de Guanajuato con el conversatorio “Voces con orgullo: resistencias y lucha desde la diversidad”, realizado en la Escuela de Nivel Medio Superior de Salamanca en el marco del Día Internacional contra la Homofobia, Transfobia, Bifobia y Lesbofobia.
No fue solo un evento institucional; fue un acto profundamente simbólico, humano y urgente. Un espacio para escuchar, para aprender, para incomodarse y, sobre todo, para abrazar la diversidad como un valor central de cualquier comunidad académica y social.
La inauguración de un sanitario inclusivo puede parecer una acción menor desde una mirada superficial. Pero, como bien lo expresó la comunidad universitaria, cada gesto en favor de la inclusión es una revolución silenciosa. Porque reconocer, nombrar y dignificar la existencia de quienes han sido históricamente marginados es un acto de justicia.
Que las juventudes se levanten, como lo hizo José Antonio González Juárez, estudiante organizador, y recuerden que “amar, ser y existir no debería costar la vida”, es prueba del impacto que estos espacios tienen para fortalecer voces y crear agentes de cambio. No se trata de ideología, sino de humanidad.
El papel de la Universidad de Guanajuato como promotora de derechos no puede ni debe limitarse a un solo día al año. Debe permear en la vida diaria, en los pasillos, en los salones de clase, en el lenguaje cotidiano, en los reglamentos y en las decisiones institucionales. Como bien se expresó en el conversatorio: “ninguna identidad es un error, y ninguna voz merece ser silenciada”.
Construir una cultura de paz no es simplemente evitar el conflicto. Es enfrentar la incomodidad de reconocer nuestras omisiones, de desmantelar prejuicios aprendidos y de aceptar que todos y todas tenemos un papel activo en la transformación del entorno. Y esta transformación comienza desde la escucha.
La Universidad de Guanajuato ha dado pasos firmes en esta dirección, y con ello no solo honra su compromiso con la Agenda 2030 y los derechos humanos, sino que reafirma su vocación formadora de ciudadanías críticas, empáticas y comprometidas con el bien común. Porque solo en comunidades donde se respeta y celebra la diversidad es posible la paz.
Que el ejemplo se multiplique, que las aulas sigan siendo trincheras de dignidad, y que nunca olvidemos que el silencio también discrimina.