
La calculada victimización
La educación como pilar para la transformación social: El llamado del papa Francisco
La educación, en palabras del papa Francisco, es mucho más que una simple herramienta para el aprendizaje: es una cuestión de amor y responsabilidad. Este concepto se enmarca dentro de su visión de una sociedad que debe ser más inclusiva, equitativa y respetuosa con los derechos de todos, sin distinción de raza, religión o condición social. En su intervención en el Congreso “La Iglesia en la Educación: presencia y compromiso” en febrero de 2024, el Papa destacó que “todos tienen derecho a la educación, nadie debe ser excluido”, un recordatorio claro de que la educación es un derecho humano fundamental que debe ser garantizado para todos, especialmente para aquellos que viven en contextos de opresión, violencia y guerra.
Este llamado de atención se convierte en un imperativo en un mundo donde los conflictos bélicos, la pobreza extrema y las desigualdades sociales siguen siendo barreras para el acceso a la educación en muchas regiones del mundo. La crisis educativa global, exacerbada por diversas circunstancias, hace que los mensajes como el de Francisco sean más relevantes que nunca. De acuerdo con datos de la Unesco, más de 254 millones de estudiantes están matriculados en universidades alrededor del mundo, lo que representa una tasa de matrícula bruta del 42%. Sin embargo, esta cifra esconde profundas desigualdades: en algunas regiones, como África subsahariana, las tasas de matrícula son considerablemente más bajas, reflejando disparidades en el acceso a la educación superior.
Sin embargo, el llamado a la inclusión educativa va más allá de la escolarización masiva: también aboga por una educación que forme personas integrales, capaces de vivir con dignidad y con un sentido profundo de responsabilidad social. En su mensaje sobre el Pacto Mundial sobre la Educación, Francisco resalta que la educación es el medio por el cual se transmiten valores esenciales como la dignidad humana, la solidaridad y el respeto por el medio ambiente. Este enfoque en los valores no es casualidad. En un contexto global marcado por crisis económicas, sociales y ambientales, la educación se presenta como la respuesta que puede forjar una humanidad más compasiva y un mundo más sostenible.
Es aquí donde la labor de las universidades y las instituciones educativas, en general, juega un rol crucial. Las universidades no solo forman profesionales, sino que deben contribuir a la formación de ciudadanos conscientes de su entorno, responsables de su comunidad y comprometidos con la transformación social. La educación debe ser vista, entonces, como un motor de cambio, no solo como un medio para conseguir empleo. Las universidades tienen el compromiso de ofrecer una formación que integre la excelencia académica con el aprendizaje de principios éticos y de justicia social. Y, al igual que el Papa subraya, la educación debe ser accesible y transformadora para todos, sin importar su origen o contexto social.
El papa también hizo énfasis en el papel crucial de la familia en la formación de los jóvenes, particularmente en la educación de valores y en el acompañamiento de los jóvenes en su camino de vida y fe. De acuerdo con sus palabras en la exhortación apostólica Christus Vivit, la familia es el primer lugar donde los jóvenes deben ser acompañados en su crecimiento, y es la base donde se les deben transmitir los valores que guiarán su vida futura. Este llamado es fundamental no solo para la familia, sino también para las instituciones educativas, que deben colaborar en conjunto con los padres para brindar a los jóvenes una educación integral que les permita descubrir su vocación, su propósito y su compromiso con los demás.
De este modo, la educación no solo debe limitarse a la transmisión de conocimientos académicos, sino que debe centrarse en la formación humana. Las universidades y las familias deben caminar de la mano para formar individuos que no solo tengan competencias profesionales, sino también una sólida base ética que les permita actuar con justicia y solidaridad en la sociedad.
Finalmente, al analizar las palabras del papa Francisco sobre educación, podemos ver que este llamado es un recordatorio de la responsabilidad que tienen todos los actores de la sociedad para garantizar que los jóvenes reciban la formación necesaria para vivir de manera digna y responsable. La educación debe ser un puente hacia un futuro mejor, pero ese futuro depende del compromiso de cada uno de nosotros, ya sea como educadores, estudiantes o padres. Si queremos un mundo más justo y solidario, debemos comenzar por educar a las futuras generaciones de manera integral, poniendo en el centro la dignidad humana y el respeto por los demás.
Conclusión: La educación es, efectivamente, un acto de amor y responsabilidad. Un acto que no solo es responsabilidad de las instituciones educativas, sino también de las familias y de toda la sociedad. En este contexto, es fundamental que las universidades y las comunidades educativas continúen siendo espacios donde se promuevan los valores de justicia, equidad y sostenibilidad, siguiendo el ejemplo de los principios que el Papa Francisco nos ha compartido.