
Alucinante/Norberto Gasque Martínez
El Premio que da voz a la verdad: un reconocimiento ciudadano al periodismo ético en México
En un país donde la información circula a velocidades vertiginosas y la verdad parece, a veces, una meta lejana, el Premio Nacional de Periodismo se erige como un faro indispensable de reconocimiento, ética y compromiso social. Desde su creación en 2001, el Consejo Ciudadano del Premio Nacional de Periodismo A.C., ha mantenido un principio incuestionable: la independencia. No responde a gobiernos ni a intereses privados. Su autonomía es, precisamente, lo que otorga a este galardón su prestigio y credibilidad.
Este reconocimiento, considerado el más importante del país en su tipo, no es sólo una distinción honorífica: es un acto de defensa a la libertad de expresión, al derecho a la información y al periodismo como herramienta de transformación social. En un contexto donde los periodistas enfrentan riesgos reales por ejercer su labor, donde la desinformación y los intereses opacos erosionan la confianza pública, premiar la excelencia y el valor periodístico se vuelve más que necesario: es una declaración de principios.
Uno de los pilares que sustentan la legitimidad del Premio es la participación activa de las universidades públicas y privadas. Instituciones como la Universidad Nacional Autónoma de México, la Universidad de Guanajuato, la Universidad de Guadalajara, entre muchas otras, no solo respaldan el premio como miembros del Consejo Ciudadano, sino que también integran a su comunidad en procesos de capacitación, formación profesional y promoción de una comunicación con ética. La academia, desde sus aulas, siembra la semilla de un periodismo comprometido, crítico y profesional. Su involucramiento garantiza que el premio no pierda su sentido pedagógico ni su contacto con las nuevas generaciones.
El jurado que evalúa los trabajos participantes cambia cada año y está conformado por especialistas de distintas regiones, trayectorias y perfiles. Esta rotación, junto con un riguroso proceso de selección, asegura imparcialidad, diversidad de perspectivas y transparencia. No hay favoritismos. No hay interferencias. Solo calidad, impacto social, profundidad y compromiso ético como parámetros.
Pero si algo hace falta para consolidar este Premio como un referente indiscutible en México y el mundo, es que la sociedad en su conjunto lo haga suyo. Medios de comunicación, periodistas independientes, organizaciones civiles, universidades, cámaras empresariales, y sí, también la iniciativa privada, deben sumar su apoyo a esta causa. No como un acto simbólico, sino como una inversión al futuro de la democracia.
El periodismo que se premia en este certamen no es cómodo. Es valiente. Incómodo. A veces doloroso. Pero siempre necesario. Por eso, hoy más que nunca, debemos celebrar que exista un reconocimiento como el Premio Nacional de Periodismo, y debemos exigir que se fortalezca y trascienda, como un reflejo del país que aspiramos ser: informado, crítico, libre.
Porque la verdad, como la libertad, no se agradece: se ejerce, se protege y se premia.