Hablando en serio/Santiago Heyser Beltrán
La frase que reza “en la política no hay casualidades”, es una ley que debería ser incuestionable en todos los niveles. Y es que la reelección de Alejandro Moreno para la dirigencia nacional del PRI con el propósito de destruir un partido político que dio vida a Morena, ahora en el poder, no debería ser motivo de debate, sino el augurio del futuro de ese instituto político que fue de gobernar todos los estados del país a apenas existir como cuarta fuerza política.
Si, pareciera increíble que después de sufrir su peor derrota electoral en la historia, el priismo reelija como su líder a quien lo ha hundido con cada discurso, con cada decisión, con cada aparición pública al partido político que hace apenas 18 años era el más poderoso de México.
Pero no, no es increíble que esto ocurra, porque también parece un plan político para borrar de las boletas al Partido Revolucionario Institucional. Para extinguir a ese enorme dinosaurio cuyo nombre hoy se ha transformado en Movimiento de Regeneración Nacional. Habría quien lo niegue y hasta se ofenda, pero seamos sinceros y muy claros. Con los estatutos que quieran, los morenistas actúan como los priistas más recalcitrantes de la más vieja guardia.
Si, los morenistas se comportan como los priistas de los años setenta para ser más claros. Aman el poder y harán lo que sea por sus amigos. Su discurso pareciera desinteresado y a favor del pueblo, pero es pura labia. Porque jamás harán nada para que termine la pobreza que tantos votos les ha dado. Son capaces de hundir a sus enemigos y premiar a sus incondicionales.
Hoy, alguien debe hacer el trabajo sucio de sepultar al priismo que queda, y no hay nadie mejor que Alito Moreno. Ya dividió al partido y los que quedan no son fieles a él, son fieles a un logotipo tricolor, a una vieja y revolucionaria idea que agoniza mientras su vástago más prolijo crece arropado por un país ahora tinto, y no tricolor.
Si lo pensamos bien, el ocaso priista no es una casualidad de malas decisiones, es un plan muy bien orquestado para sepultar al más viejo eslabón de la política mexicana y afianzar como partido de Estado al movimiento que tiene los mismos ideales, pero con otro nombre y color.