Licencias/Norberto Gasque Martínez
En México los peores ciegos son los que no quieren ver. Y la crisis de seguridad es el ejemplo más claro de la ceguera del gobierno federal. Por una parte dos de los narcos más buscados tienen que viajar a Estados Unidos para entregarse.
Por más vueltas que le demos es claro el fracaso de la inteligencia de las fuerzas armadas y de la estrategia que solo ha arrestado a un solo líder del crimen organizado, sí, hablamos de Ovidio Guzmán a quien liberaron por miedo.
Así, ante la incapacidad o complicidad del estado, vivimos la era más violenta en la historia de México.
Lo que sucede en Tamaulipas, Guanajuato, Michoacán, Colima, Jalisco, Zacatecas y Chiapas, entre otras tantas entidades, tiene una coincidencia gravísima.
Es increíble que se oculten las cifras reales de las personas desplazadas en nuestro país. ¿Por qué no conocer los datos reales de las personas o familias o comunidades enteras que han tenido que abandonar sus casas y tierras por amenazas del crímen organizado?
Si, los datos reales serían alarmantes. Pero si hacemos una prueba e investigamos quienes llegan a vivir a las zonas suburbanas de las capitales estatales, nos daremos cuenta de la realidad que hay ayuntamientos, gobiernos estatales y la federación que no quieren saber, que prefieren ignorar.
Cuando las autoridades de todos los niveles de gobierno han sido rebasadas, es más que evidente.
El desplazamiento de personas por el crimen organizado no es nuevo, ni aislado, pero que la única solución para sobrevivir sea escapar a Guatemala, un país que creíamos más violento y mucho más pobre, es el esbozo de un estado fallido.