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Insensato regocijo/Federico Berrueto
Cuando un periodista es privado de su libertad, amenazado, agredido o asesinado, es totalmente imposible para los demás no sentirnos vulnerables.
Editorializar sería imposible si analizamos bien las cosas.
Si revisamos los niveles de violencia, de impunidad y de corrupción en México, no sólo los periodistas, todos estamos en un riesgo inminente.
Estamos en un país donde los cárteles se mueven libremente armados y con autos robados a cualquier hora del día y por las calles de cualquier ciudad.
Estamos en un país donde nos privan de la libertad, nos asesinan, nos golpean, nos asaltan y nos amenazan sin un horario y sin importar quien esté presente, porque ellos siempre están dispuestos a toparle a quien se les ponga enfrente.
Pero en este país nacimos y quienes nos dedicamos al periodismo lo hacemos con convicción y a sabiendas de las consecuencias.
Cada programa, cada comentario, cada columna, cada intervención puede ser la última.
Hoy cualquiera nos amenaza, nos agrede, nos pretende intimidar. El chiste es no hacerle frente en su cara. Estamos obligados a confrontar los dichos desde la redacción, con la pluma, detrás del micrófono o frente a la cámara. Estamos obligados a refutar con argumentos y con datos.
De nada sirve decirle mentiroso a alguien en su cara, si no publicamos con argumentos, con datos, que lo que dijo es mentira.
Eso sí “calienta”.
Nuestra obligación es contar los muertos y sus historias. Relatar los datos y las historias que guardan esos números..
Nuestra obligación es proponer soluciones, porque contar solo números y problemas, cualquiera lo hace.
Hace años sabemos que esta profesión es peligrosa. Quienes trabajan en comunidades rurales y municipios de estados pequeños lo saben mejor que nadie.
Ellos están solos. Los que sobreviven trabajan con miedo, muchos mueren o dejan todo y nadie protesta, nadie alza la voz, nadie grita de rabia, nadie los cuenta.
Sus medios de comunicación mueren en el olvido.
En las grandes ciudades a veces nos sentimos protegidos, pero la realidad nos escupe en la cara a todos.
Muchos tenemos la fortuna de contar con apoyo de las empresas para las que trabajamos, pero no todos vamos en autos blindados y menos tenemos escoltas.
Es más difícil hablar contra el crimen organizado, cuando el crimen organizado tiene el control de las corporaciones de seguridad, de los ayuntamientos, del estado.
Es más difícil cuestionar la corrupción y la impunidad, cuando sabemos que no pasará nada. Es más difícil señalar a una autoridad que ofende, que oculta, que minimiza, que calla y que además se ríe en nuestra cara.
Es momento de no guardar silencio. No podemos intimidarnos aunque sus armas nos apunten en la cara. No podemos callar aunque su ruido nos aturde. No podemos dejar de publicar mientras tengamos aliento
Sí, me pueden silenciar a mi, pero no podrán callar a todos…