Descomplicado/Jorge Robledo
Las encuestas de intención de voto son una fotografía del momento previo a una elección pero, ¿Cómo explicar qué sucede cuando las diferencias entre algunas son tan distintas? y, sobre todo, si sus proyecciones no coinciden con el resultado el día de las votaciones.
El 4 de mayo pasado, la encuestadora Massive Caller publicó que las candidatas presidenciales Claudia Sheinbaum y Xóchitl Gálvez tenían un empate técnico con un 39.7% y un 36.9% respectivamente, lo que generó polémica debido a que varias casas encuestadoras de prestigo le daban más de veinte puntos de ventaja a Sheinbaum sobre Xóchitl.
En la vitrina metodológica de esa encuesta se reporta un 3.5% de margen de error, que entra dentro de los parámetros aceptables, pero otro dato interesante es la tasa de rechazo en las encuestas automatizadas de Massive Caller, que alcanza el 95%, es decir que de cada 20 llamadas realizadas, en 19 rechazaban contestar la encuesta y sólo una respondía, por ejemplo en las enuestas de Reforma, la tasa de rechazo es del 45%.
En su defensa Carlos Campos, Director de Massive Caller ha referido que, pese a no seguir las metodologías tradicionales de demoscopía, han sido de las más acertadas en los casi ocho años de vida de esa casa encuestadora, al compararlas con los resultados en varios procesos electorales.
El mejor juez de esas proyecciones será la jornada electoral del 2 de junio, sin embargo en México hay un antecedente de cómo una elección presidencial pulverizó todas las proyecciones de las encuestas, fue la del año 2000.
Hay referencias de que la contienda empezó con 19 puntos de ventaja de Francisco Labastida, candidato del PRI contra Vicente Fox, candidato de la Alianza por el Cambio, (PAN-PVEM). Dos semanas antes de la elección, Labastida mantenía una ventaja de 6 puntos sobre Fox. Finalmente, Vicente Fox triunfó con 6 puntos arriba de Labastida, es decir una diferencia de 12 puntos, que no se detectó en las encuestas.
Una teoría creada a inicios de la década de los 70, por la politóloga alemana Elisabeth Noelle-Neumann, puede dar respuesta a lo que sucedió, es la Espiral del silencio, descrita como el fenómeno social cuando los ciudadanos no revelan realmente su sentir o punto de vista de un tema por miedo a la presión social.
En la victoria de Fox, se conjugaron el descontento social, la desaprobación y la presión del aparato del sistema por mantener la hegemonía de mas de 70 años de gobiernos priístas, plasmando en la boleta electoral su verdadera opinión.
24 años después, la sociedad mexicana ha transitado de la esperanza que generó el candidato Fox, a la decepción de Fox presidente, repitió el PAN con Calderón, después de un tenso: voto por voto, regresó el PRI en la figura de Peña Nieto y, en su tercer intento, llegó Andrés Manuel López Obrador con Morena y la cuarta transformación.
Estamos a 20 días de saber si las encuestan de intención de voto están obteniendo el pulso social real, o si en el momento histórico que vive México, se presenta un fenómeno similar al sucedido en el año 2000, en el que se confirme la teoría de la Espiral del silencio, debido a factores como: descontento de un sector importante de la población por el rumbo que lleva el país, desinterés en votar o la polarización de grupos sociales fomentada desde palacio nacional, por mencionar algunos.