Sabores/Ale Maldonado
CAMBIAN BOLETAS ELECTORALES POR LÁPIDAS
Faltan 72 días para la jornada electoral del próximo 2 de julio, en lo que serán los comicios más grandes de la historia de nuestro país y quizás los más decisivos por todo lo que está en juego, principalmente la democracia de toda una nación, y la pregunta no es ya si habrá violencia en las urnas, porque el asesinato de más de 60 aspirantes a algún cargo de elección es la respuesta más brutal y cruda que se pudiera tener a este cuestionamiento.
Es decir, desde antes de iniciar las campañas, al menos en los casos de los candidatos y candidatas a las presidencias municipales, ya están siendo ejecutados quienes esperaban aparecer en las boletas electorales y ahora sus nombres estarán pero esculpidos en lápidas.
Algunos ejemplos llegan de plano al extremo de dejar sin candidatos a un municipio, como es el caso de Maravatío de Ocampo, donde primero fue asesinado el candidato de Morena a la alcaldía, Miguel Ángel Zavala, y horas después siguió el mismo destino el candidato de Acción Nacional, Armando Pérez Luna; por consecuencia la candidatura del PRD, que era la otra fuerza política que estaría presente en la contienda, se quedó desierta.
Se desconoce si finalmente haya algún valiente que se anime a abanderar alguno de los proyectos políticos, pero lo que sí queda claro es que la obvia intromisión de la delincuencia organizada en el proceso electoral busca sembrar miedo entre los candidatos, pero también en los electores.
Otro factor que también sale a relucir es la falta de garantías para quienes participan en estas elecciones por parte de las corporaciones de seguridad, sobre todo de carácter federal, que son las fuerzas armadas, como el Ejército y la Marina, las que más se han reforzado, dándole incluso el control total de la Guardia Nacional a la Sedena.
Es, prácticamente, imposible que haya una elección pacífica cuando la muerte está a la orden del día y la sombra del narco está omnipresente en todas y cada una de las etapas de este proceso electoral y cuando el presidente de la República, lejos de brindar la protección que necesitan los candidatos y candidatas, menosprecia el riesgo evidente, tanto así que negarlo es caer en una sin razón que raya en la más absoluta negligencia o, peor aún, en una franca colusión con la delincuencia.
Quizás lo peor de todo sea que ni siquiera están ya focalizados estos casos de violencia en contra de quienes aspiran a un cargo los próximos comicios, no es sólo Guerrero o Michoacán o Veracruz o Guanajuato o Jalisco; ya no, ahora el mapa de riesgo se expande a todo, absolutamente todo el territorio nacional, lo mismo en los pequeños pueblos que en las grandes ciudades; igual peligran morenistas, que panistas, que priístas o naranjas. Nadie está a salvo, esa es la única constante, eso es lo único seguro.
Sin embargo, pese a lo deprimente que pudiera parecerles mi comentario de esta semana, me gustaría cerrarlo haciendo un llamado a no dejarnos amedrentar como electorado, no darnos por vencidos y salir a votar el próximo 2 de julio, acudir a las urnas y hacer valer nuestro derecho al voto, por el candidato o candidata que mejor nos parezca, pero no darles el gusto a quienes buscan infundir terror a toda costa de unirnos a las estadísticas del abstencionismo, que no es más que un sinónimo de rendición y desesperanza.
Seamos pues esa ave que sigue cantando, aunque la rama cruja.