
Crónica Cuevanense/Roberto Tamayo
LA SUCESIÓN PAPAL
Aunque, en un principio, descarté la idea de escribir una columna sobre la sucesión papal, por no profesar ninguna religión en mi caso, tras una profunda reflexión, terminé por considerar que, justo por esa razón, podría abordar el tema desde un ángulo neutral, sin apasionamientos y con un análisis más enfocado en la trascendencia geopolítica del proceso para designar a un nuevo jerarca de la iglesia católica.
Comencemos desde el principio, el catolicismo es una de las principales ramas o corrientes de la religión cristiana. Es la iglesia más numerosa en cantidad de fieles y está compuesta por la iglesia latina o romana y 23 iglesias orientales o uniatas (iglesias católicas de tradición oriental), todas sujetas a la autoridad religiosa del Papa. Se distingue de las otras dos grandes ramas del cristianismo, que son la ortodoxia (separada de la Iglesia católica en 1054) y el protestantismo (originado con la Reforma protestante en el siglo XVI).
El término “católico” proviene del latín tardío catholicus, que procede a su vez del griego katholikós, “universal”, y fue un término adoptado en el siglo II para referir a la totalidad de las comunidades y congregaciones cristianas.
Posteriormente, comenzó a ser empleado para distinguir lo que se consideraba como la iglesia cristiana “verdadera”, instituida por Jesucristo y los apóstoles, de los grupos disidentes (considerados heréticos o cismáticos).
El catolicismo es la corriente cristiana mayoritaria, con alrededor de mil 390 millones de seguidores en todo el mundo (aproximadamente el 18% de la población mundial), y un número de presbíteros cercano al medio millón, por lo que, si se tratara de los habitantes de un país, sólo serían superados en población por India y China.
Además, su rol histórico y cultural en Occidente ha sido central desde antes de la caída del Imperio romano de Occidente, y continúa siendo la principal doctrina moral y religiosa de la Europa mediterránea y América Latina; y tiene una cantidad creciente de fieles en África y Asia.
Por todo lo anterior es que la figura del Papa, como representante de Dios en la tierra, tiene una importancia que va mucho más allá de los límites físicos del Vaticano, ya que también es considerado como jefe de Estado, lo que quedó de manifiesto con los funerales del Papa Francisco, donde líderes de todo el mundo acudieron y hasta aprovecharon, para tener reuniones entre ellos, como fue el caso del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, con su homólogo ucraniano, Volodímir Zelenski.
Es así como la elección del nuevo Papa, que correrá a cargo de 133 cardenales, de los cuales, al menos, dos terceras partes deben coincidir para que haya humo blanco, en el conclave que iniciará el próximo 7 de mayo, será decisiva para el rumbo del catolicismo y sus millones de fieles, en medio de un debate entre los progresistas y los conservadores, quienes buscan imponer su visión de lo que debe ser la iglesia católica, porque las escrituras son interpretables y los intereses van cambiando según el panorama político mundial.
No entraré en predicciones, porque si algo hemos aprendido de conclaves anteriores es que rara vez ganan los favoritos, ya que los argumentos para decantarse por alguno de los purpurados para colocarse el anillo del pescador, sólo los que participan en el conclave los conocen.
Y de la profecía del “Papa negro” ya mejor ni hablamos, porque yo soy de la idea que el mundo se va acabando para quien que deja de existir en este plano, lo que me hace dudar seriamente de las teorías conspiranoicas del apocalipsis.
Independientemente de la fe que cada quién profese, o no, creo firmemente que hay que vivir cada día como si fuera el último, algo en lo que sí coincidía con mi tocayo.