Hablando en serio/Santiago Heyser Beltrán
Incongruencia Medioambiental
En el marco de la reunión del G20, en Río de Janeiro, Brasil, con la participación de los líderes de las 20 naciones más poderosas del mundo, la Presidenta de México, Claudia Sheinbaum Pardo, propuso sembrar paz y vida, en lugar de guerras, al destinar el 1 por ciento del gasto militar global para poner en marcha el programa de reforestación más grande de la historia.
Agregó la mandataria mexicana que esto significaría liberar unos 24 mil millones de dólares al año para apoyar a 6 millones de sembradores de árboles que reforestarían 15 millones de hectáreas, algo así como cuatro veces la superficie de Dinamarca, toda la de Guatemala, Belice y el Salvador juntos; o el 30% de la de Suecia.
Hasta ahí todo parecía muy bien, incluso se puso mejor cuando Sheinbaum Pardo, visiblemente emocionada (o algo muy parecido para ella), argumentó: “Con ello ayudaríamos a mitigar el calentamiento global y restauraríamos el tejido social ayudando a las comunidades a salir de la pobreza. La propuesta es dejar de sembrar guerras, sembremos paz y sembremos vida”.
Sin embargo, los peros comenzaron a aparecer uno tras cuando dejó de manifiesto que todo se trató de un comercialote del programa obradorista “Sembrando Vida”, que llevó a muchas personas en nuestro país a reconvertir sus cultivos con el fin de darle gusto al gobierno, a costa de la propia productividad de sus tierras, con tal de recibir una renta por sus parcelas, con resultados muy cuestionables en la mayoría de los casos.
Pero aún hay más, porque, durante su intervención en la Cumbre, señaló que, desde el 2018, México construye un nuevo rumbo gracias al pensamiento del Humanismo Mexicano, al modelo de la Economía Moral y al principio máximo de Prosperidad Compartida que, dijo, se enmarca en la (demagógica) frase: “Por el bien de todos, primero los pobres”.
Y es que soltar frases bonitas cualquiera lo puede hacer y ver la paja en el ojo ajeno es de lo más cómodo, porque mientras les reclama a otras naciones el gasto militar, en México durante la era cuatroteísta se le ha dado todo el poder al Ejército, militarizando todo lo militarizable y más.
No obstante, la incongruencia medioambiental es aún mayor, máxime viniendo de una científica y ex secretaria del Medioambiente en la Ciudad de México, ya que la lista de taches en este rubro para el gobierno, primero de López Obrador y ahora de Claudia Sheinbaum no tienen fin:
Casi diez millones de árboles talados para construir un Tren Maya que nadie pidió, que no se necesitaba y que, como era de esperarse, no tiene demanda alguna.
Ahí mismo, con el pretexto de la locomotora del Mayab, la destrucción de cientos de cenotes, la muerte indiscriminada de miles de especies, algunas de ellas endémicas y en peligro de extinción como el jaguar.
La construcción de la refinería de Dos Bocas que más pareciera un parque acuático y que, además de no refinar ni un solo barril de petróleo, no hace sino ir contracorriente de los acuerdos internacionales que privilegian el uso de energías renovables.
Además, el país está lejos de alcanzar su promesa de proteger el 30% de sus zonas terrestres, cosa a la que se comprometió México en el Marco mundial Kunming-Montreal del Convenio sobre la Diversidad Biológica.
La “cereza en el pastel” de la hipocresía es que, en el último año de AMLO en el poder, el presupuesto destinado al Medioambiente se redujo en un 40 por ciento y en el Paquete Fiscal para el 2025 su sucesora no se podía quedar atrás así que recetó la misma dosis de 40 por ciento menos en este rubro.
Con todos estos datos, lo que queda clara es una evidente contradicción entre lo que propone Claudia Sheinbaum en el extranjero y lo que hace en su país, siendo candil de la calle y obscuridad de su casa, porque bien lo dice el dicho: “Más pronto cae un hablador si es de Morena”.