
Cultura en Transición/Enrique Rivera
Estamos en tiempos de definiciones, tiempos de recordar de donde vienen los personajes que, para bien o para mal, toman las decisiones que afectan las vidas de millones de personas y es por ello que hoy quiero revisitar la historia de un joven que alguna vez tuvo sueños e ilusiones de guiar a toda una nación a una realidad con orden y prosperidad.
Me refiero a alguien que no la tuvo nada fácil y que antes de llegar a liderar a su pueblo, tuvo que pasar duras pruebas, insistir, persistir y resistir; pero siempre con un objetivo fijo en su mente, llegar a ocupar el poder, más no sólo por ostentarlo sino para hacer una verdadera diferencia.
A pesar de su difícil lucha para llegar, una vez que ocupó la posición suprema se esmeró en que el pueblo tuviera lo necesario para sobrevivir, tal vez no lujos ni excentricidades, que, en honor a la verdad, reservó para su círculo más cercano, llevando a la prosperidad a quienes formaban parte de su proyecto, pero sin dejar de atender, al menos en sus necesidades más prioritarias, a las divididas regiones de su nación.
Para lograr el control que necesitaba ejercer para que no se convirtiera su gobierno en una anarquía, en una rebelión constante, se valió de un grupo de capacitados guardianes del orden, quienes con el pretexto de procurar la paz llegaron a cometer las peores vejaciones e injusticias, pero el fin justifica los medios, algo que este líder sabía muy bien.
Lamentablemente, luego de probar las mieles del poder, no estuvo exento de caer en la tentación de la seductora tiranía que le garantizaba continuar con un estilo de vida que le costó mucho ganarse y, por lo tanto, por mérito propio, más allá de lo que pudieran llegar a pensar sus opositores, se merecía.
Aun a costa de muchas vidas, sangre y fuego, el objetivo era claro, mantener vivo su proyecto, cambiando de colaboradores cuando fue necesario, porque algunos no lograban cumplir con su principal misión, obedecerlo ciegamente y por encima de todo. Viendo como inclusive había quienes llegaban a traicionarlo, lo que les llegó a costar muy caro, pues no se tentó el corazón para deshacerse de ellos.
La clave para que se alzara con el poder fue su perseverancia, pero estaba consciente, desde un principio, que necesitaba un discurso contundente, avasallador, incuestionable y tenía claro que la esperanza es más fuerte que el miedo, usando a su favor tanto la esperanza como el miedo, según sus necesidades para consolidar proyecto de nación.
Desde luego que me refiero a Coriolanus “Coryo” Snow, presidente de Panem, quien vivía en su Palacio en el Capitolio, antagonista de la saga de libros de “Los Juegos del Hambre”, escrita por Suzanne Collins y que fue llevada a la gran pantalla con tremendo éxito comercial. Un personaje, magistralmente interpretado en cine por Donald Sutherland, que tuvo su fin linchado a manos del pueblo que lo admiró y que llevo al poder, pero que al darse cuenta de cómo lo utilizó, lo denigró y casi extinguió, terminaron por acabar con su existencia.
¿O en quién estaban pensando?