Maestro Tomás Bustos Muñoz/Paulino Lorea
En esta ocasión, quiero permitirme compartir con mis queridos lectores una duda que se mantenía en mi mente y que, a fuerza de comprobar día tras día la irrefutable naturaleza de su bondad e inocencia, a mí me queda muy clara la respuesta. Aunque estoy seguro que no es así para todos, por eso hoy les pregunto… ¿Tienen alma los animales?
Sé que pudiera parecer muy subjetivo el tema, incluso para algunos sería ocioso y, para otros más, hasta blasfemo. Estoy consciente de ello y ofrezco mis sinceras disculpas de antemano si es que lastimo alguna creencia, fe o ideología con mi disertación.
Lo cierto es que para mí sí es importante la cuestión, y comienzo respondiendo yo mismo la pregunta, porque creo que sí, los animales sí tienen alma y corazón, sienten y gozan, ríen y lloran. Lo puedo afirmar, porque mis peluditos que tengo en mi hogar lo confirman de manera más que fehaciente.
Por orden de antigüedad Candy, es la única miembro de nuestra familia que no adoptamos, con sus 15 años ya de edad, a ella la compré por Internet (pésima idea), no obstante, hoy confirmó que esta perrita estaba destinada a vivir con nosotros, siendo cada vez más renegona e ideática pero siempre querida.
Le siguió Botitas, quien llegó por accidente, ya que quise adoptar a un labrador, pero en la esterilización no aguantó la anestesia y murió. Al ir a la veterinaria a dar las gracias por el esfuerzo realizado por la doctora Katya (quién ya está también en el cielo con el Güero -así se iba a llamarel perrito-), un gatito me robó el corazón con sus patitas blancas como botitas y que se me lanzó desde el mostrador para que lo atrapara en misbrazos y ya nunca lo soltara. El cual me espera todas las noches a que termine mi trabajo para acostarse en la cama entre mi esposa y yo para que lo abrace de cucharita.
Después llegó Elpidio, un gatito que pidió meterse a nuestra morada, convirtiéndola en su hogar. Aunque quizás el verbo “pidió” no sea el correcto, ya que se metió en más de una ocasión por la ventana del baño de la planta baja hasta que ya no nos quedó otro remedio que adoptarlo.
Elpidio es pura ternura, un gatito al que nada detiene, ni siquiera su patita que lo hace cojear al caminar (al parecer, porque fue atropellado o golpeado siendo apenas un bebé). Siempre empático, quien no puede ver a nadie llorar o sufrir algún dolor físico sin buscar consolarlo, y quien es feliz recostándose en mi hombro a dormir.
Luego de eso, en casa de un amigo, sobre una pequeña maceta, conocí a una gatita temerosa, de ojos azules y color negro, pero con su pecho y bigote blancos, a quien mi esposa no le pudo decir que no cuando se la puse en el pecho, siendo lo único que la hizo dejar de temblar.
A esta gatita le pusimos el nombre de Sombrita, la cual es también una sobreviviente, porque soportó un coma diabético de casi una semana, por amor a nosotros, mismo amor que la lleva a seguirme por todos lados, aunque fuera de mi esposa y mi mamá, no se deja ver por nadie más, temerosa como siempre.
Y por último, el más reciente miembro de nuestra familia, Manchas, una perrita que me encontré siendo una cachorrita, pidiendo comida en una taquería, la cual sufría ya de erliquia, una enfermedad contagiada por las garrapatas y quesobrevivió al parvovirus, una devastadora enfermedad cuyas las secuelas la han tenido al borde de la muerte un par de veces.
Para mí ella se ha convertido en mi compañera, que a cambio de su alimento, especializado para perritos con daño hepático y de que le arroje la pelota para que la atrape algunas veces al día, me acompaña en largas caminatas diarias que no sé, a ciencia cierta, quién disfruta más de los dos.
Es por todo esto, porque a través de su mirada puedo ver con toda claridad la respuesta a mi pregunta, porque su amor incondicional va mucho más allá del simple instinto, que no tengo ninguna duda, ni la más mínima, pero dígame usted que piensa… ¿Tienen alma los animales?