
Cae acusado de arrojar ácido a mujer en Cancún
a tentación de militarizar va de la mano del deterioro de las contenciones propias del régimen democrático. Cada gobernante con sus demonios; en el caso de López Obrador el enemigo era la corrupción, los llamados delincuentes de cuello blanco, no era el crimen organizado, a pesar de la elevada cuota de sangre inocente y la amenaza al Estado; su primer despliegue fue contra el robo de combustibles y la aprehensión del responsable de la seguridad de PEMEX. La fascinación por la disciplina y la obediencia hizo entregar a las fuerzas militares aduanas, obra pública, logística, puertos, aeropuertos, trenes, empresas y, desde luego, la seguridad pública, propias de autoridades civiles según las mejores prácticas en el mundo.
En EU pocos imaginaron que Donald Trump recurriera a las fuerzas militares para atender el tema migratorio. Se concedió la vigilancia de la frontera, pero no se previó que se utilizara para responder a las manifestaciones en Los Ángeles, en operativos contra migrantes indocumentados. No fue un accidente, sino un diseño a modo para solventar las necesidades políticas del presidente frente a sus rivales. Las protestas y en particular sus excesos le vinieron a Trump como anillo al dedo, respondió con el despliegue de la guardia nacional sin consentimiento del gobernador demócrata de California, Gavin Newsom, y luego envió a 700 marines. En 1992, también en Los Ángeles, el presidente George W Bush invocó la Ley de Insurrección, pero a solicitud del gobernador y del alcalde de la ciudad para reestablecer el orden después de los desórdenes por la sentencia que absolvió a varios agentes de policía por el homicidio de Rodney King. La secretaria del interior, Kristi Noem en la Casa Blanca, ante el presidente acusa a la presidenta Sheinbaum de incitar a la violencia, señalamiento infundado y con la intención de neutralizar la postura mexicana que condena el uso de la violencia.
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