
Carlota N. tomó la justicia en sus manos; una pistola y un país sin ley
Él como boxeador y yo como reportero, éramos un par de novatos con ilusiones…Era casi un ritual diario subir las estrechas escaleras del Atlas a eso de las 11 de la mañana.
Al entrar a la sala de entrenamiento, el ruido ensordecedor de las caídas sobre la lona, los golpes a las peras y punching bags, desaparecía al grito de “¡tiempo!” que ordenaba el auxiliar del establo.
Ahí, Carlos “El Cañas” Zárate, sudaba playeras y guantes bajo la atenta mirada del experto manejador don Arturo “Cuyo” Hernández, quien alguna vez me dijo, que “cuando se acaba el hambre, se acaba el boxeador”.
Y Carlos tenía hambre de las dos. Al terminar su entrenamiento nos íbamos en mi Vochito a su casa en la Bondojo, donde su señora madre tenía siempre sabrosos quisados que no nos duraban ni para el arranque.
Éramos cuates y en la plática intercambiábamos sueños e ilusiones: Ël ya se veía con el cinturón mundial gallo en la cintura y yo le hablaba de mis ganas de cubrir mis primeros Juegos Olímpicos…
Pese a mi novatez, ya tenía en la XEX, patrocinado por la revista The Ring, un programa radiofónico, los sábados antes de la función de boxeo, que se transmitía por la misma estación.
En ese espacio, además de en mis bloques deportivos diarios, promocioné aquella que llamaron “La Pelea de las Zetas” entre el Flaco Zárate y el ex olímpico de Münich 72, Alfonso Zamora. Diario durante dos meses hablé de la pelea.
Y cuando Carlos y yo, ya nos veíamos por las calles de Los Ángeles, en plena celebración, llegó un comunicado a la estación: “Canal 13 transmitirá la Pelea de las Zetas”.
Enseguida, una orden tajante de la subdirección de deportes de Televisa: “La Pelea de las Zetas” no existe, favor de no mencionar ni una palabra.
Aunque en ese momento, se acabó el apoyo al cuate y la ilusión de la que hubiera sido mi primera gira internacional, Carlos conquistó el cetro gallo y, con el tiempo, yo cubrí mis primeros Juegos Olímpicos en Montreal 76.