
Genio y Figura/Francisco Buenrostro
Dentro de toda su complejidad, es más fácil asumir un código ético que esperar que los demás lo hagan propio. La ética y la moral son fundamentalmente subjetivos, opinables, pero en nuestro país se tiene la idea de que los funcionarios deben llevar una vida austera; en la pretensión de López Obrador, casi monástica, pobreza franciscana, más que la medianía juarista. Cierto es un agravio no sólo el enriquecimiento indebido de funcionarios, sino la ostentación de riqueza y privilegios a cuenta del erario. El código de austeridad nunca se ha cumplido, prevaleciendo la simulación y la hipocresía, pero hoy la distancia entre lo que se pregona y lo que se hace es monumental.
López Obrador fue políticamente exitoso en su impostura de austeridad, tenía un propósito de empatía, no una convicción personal. Era austero porque le permitía diferenciarse de los demás; sin embargo, la realidad lo rebasó en su vida privada y pública. El austero Tsuru fue reemplazado y los viajes en aerolínea en clase turista sustituidos por aeronaves militares. Vivió fastuosamente en Palacio Nacional, seguramente las viandas no eran los costosos vinos y platillos de algunos de sus antecesores. En ocasiones hacía ostentación de su austeridad, como cuando recibió por primera vez a la vicepresidenta Kamala Harris. También cuando invitaba empresarios, ofrecía menú popular. Conocedor de la sensibilidad social y del sentimiento de agravio cuidó la imagen de austeridad.
La nota completa en Quadratín Yucatán