
Entre la sobrecarga y la sobredosis/Enrique Rivera Cordero
Hace un mes se vivió en León una escena desgarradora, en su momento conmociono a la ciudad, una camioneta conducida por un hombre en sus cuarentas entro muy temprano al parque metropolitano, el hombre se estacionó y descendió de su auto, caminó hacia la cortina y subió por la escalera que esta rodeada por las piedras, minutos después se dice que saltó al agua, en donde acto seguido, perdió la vida. En su momento quise escribir sobre este tema, pero por respeto a la situación, a la víctima y a la familia, decidí esperar un poco.
Un mes después cuando la sociedad al parecer ya olvido el suceso, cuando la familia sigue con el dolor de la partida y cuando este hombre ya solo queda en el recuerdo de los que lo amaron y en las notas amarillistas de internet que expusieron la forma lamentable en que decidió terminar con su vida, yo quisiera volver a sacar el tema.
Estos casos son más frecuentes de lo que pensamos, en el Estado de Guanajuato en el 2023 hubo 558 casos de suicidio registrado y en el 2024 hubo 258 intentos de suicidio. Y yo me pregunto: ¿Qué debe estar pasando por la cabeza de alguien para sentir que no tiene otra salida? ¿que estamos haciendo la sociedad para ayudar a que nadie se sienta así? ¿por qué no somos capaces de pedir ayuda cuando sentimos que la necesitamos? ¿en dónde quedo la humanidad? ¿Por qué este hombre no encontró a nadie a quien poder acercar? Y yo me pregunto, y si fue alguien que algún día yo me tope en el camino y que una palabra de apoyo, un acto de bondad, hasta una simple sonrisa ¿lo hubiera hecho cambiar de opinión? ¿le hubiera dado un poco de esperanza?
Pero los hubiera no existen, solo queda el presente y ser conscientes de que cada acción que realizamos tiene un impacto en las demás personas, que algunas veces un poco de empatía puede salvar una vida, que todas las personas estamos atravesando nuestras propias guerras y que vivimos en una época en la que cualquier acto de bondad al prójimo puede hacer la diferencia en su vida, a veces aunque nosotros mismos no nos demos cuenta del impacto tan importante que nuestras acciones tienen en la vida de los otros.
Le fallamos como sociedad todos los días a las personas que no encuentran otra salida que terminar con sus vidas, les fallamos como comunidad al no ser capaces de lograr vivir en armonía, les fallamos como gobierno al no ser capaces de tener instituciones que generen la confianza suficiente como para que un padre de familia sin ingresos para comer pueda acercarse a pedir ayuda temporal, o cuando una madre de familia que no puede pagar sus útiles escolares para sus hijos tiene que ir a formarse en un miércoles ciudadano 10 horas para que solo le pidan más papeles o le regalen una mochila, les fallamos como empresarios cuando un ex adicto o un ex convicto que quiere salir adelante y va a pedir trabajo no lo encuentra por que nos ganan nuestros prejuicios y no les damos una oportunidad.
Les fallamos como humanidad cuando, aunque somos capaces de ver el dolor humano a nuestro alrededor no somos capaces de sentirlo y mucho menos de darles la mano.