
El gusano barrenador y la defensa de la vida
Cuando salí hacia la Ciudad de México el 30 de noviembre de 1969 para radicar allá y estudiar la licenciatura de Derecho en la UNAM, mi papá me regaló el libro el “Album del Corazón” de Antonio Plaza, para leerlo y asimilarlo en sus consejos, sobre todo en el poema “La Voz del Inválido”.
Para los primeros meses de 1970 ya había memorizado el poema y ocasionalmente en reuniones de amigos, familiares y compañeros de trabajo lo compartía, porque nunca supe declamar, pero gran parte de su contenido es muy elocuente.
Con el paso del tiempo y la falta de practicarlo o repetirlo, lo fui olvidando y ahora recuerdo solo algunos versos. Quizá los amables lectores lo conozcan y recuerden, pero he aquí algunos trozos de esas enseñanzas que recomienda a un joven que se va de su casa en busca de fortuna.
Primeramente, se describe el paisaje y los personajes: “Bajo la sombra de un sauz añoso, frente a un albergue rústico apartado, se hallan; un joven de naciente bozo y un viejo descreído, mutilado.” “Los surcos de la frente marchita, las escépticas frases que congelan, la irónica sonrisa y la mirada del viejo su pasado nos revelan”.
Se supone que el autor se describe a sí mismo y el joven a quien se dirige para despedirlo era su sobrino.
“¿Conque Andrés, vas a partir? ¿Se torna el rapaz en Hombre? Escucha y no te asombre lo que vas a oír.” “En el revuelto océano en que fui náufrago un día quiero que lleves por guía la débil voz del anciano”. Y ahí continua, a base de frases rimadas debidamente concatenadas, a proporcionarle consejos y recomendaciones para su desenvolvimiento en sociedad, de forma muy cruda y descarnada sin tapujos; irreverente en lo religioso y casi ofensivo en lo político.
“Franklin dijo en parte alguna, hablando del mundo, que: lo que salva no es la fe sino el no tener ninguna, busca siempre la Verdad, la Fe, chico, es necedad que llaman virtud los teólogos”. Ahí una muestra de su falta de creencia alguna y agnosticismo. Y otro verso más: “Allí (en sociedad) en duda has de poner la castidad del beato, la mansedumbre del gato y la virtud de la mujer”.
Sobre la prosperidad y la riqueza, el trabajo y el esfuerzo, el aprecio a los bienes y al dinero, le da varios consejos como estos: “Obra mucho y cierra el labio, pues llega a sus propósitos más pronto, con su actividad el tonto que con su pereza el sabio”. “En la sociedad, buen chico, evita el odio del rico y la intimidad del pobre”. “Tus apuros, si los tienes, cuenta al que cuente reales; es decir, cuenta tus males solo al que los torne en bienes”.
En fin, es un poema largo y muy ilustrativo y provechoso, claro identificando algunas amarguras del autor para desestimarlas, pues mientras otros pensadores fincan el futuro del hombre en construirlo con sus ideales y esfuerzo, Antonio Plaza concluye con un determinismo ineludible, al señalar que: “El hombre es lo que la suerte quiere”.
Algunos datos biográficos del poeta son el haber nacido en Apaseo El Grande, Guanajuato, el 2 de junio de 1830, y morir en la Ciudad de México el 26 de agosto de 1882. Fue militar, poeta y periodista. Sus padres residieron en la ciudad de Celaya, Guanajuato. Luchó como soldado hasta lograr el grado de Teniente Coronel, pero sufrió una lesión en un pie en pleno campo de batalla (“… Y un viejo descreído, mutilado”.).
Como periodista escribió para más de diez publicaciones durante su carrera. Como poeta abordó temáticas a la miseria humana, a los vicios de la sociedad de su tiempo (la prostitución y el alcoholismo) y a las pasiones humanas. De ahí su popularidad.
El apodo de “Poeta Maldito”, se lo ganó por su rebeldía y sus versos alusivos a la situación política y religiosa del momento histórico, a su situación física de inválido y como frustrado en la trayectoria de su vida, ojalá y los amables lectores, conozcan más de la obra de este guanajuatense.