
El Simón/Norberto Gasque Martínez
Es de siempre, no solo ahora. A quienes tienen el poder indigna la indignación de los gobernados. La cuestión es que quienes ahora mandan tienen la piel muy delgada, a pesar de ser ellos, como pocos, propensos al abuso y la agresión. Un ejemplo paradigmático es el senador Gerardo Fernández Noroña, un político empoderado que hace uso de su influencia ante la FGR para obligar a ciudadano que lo increpó a una disculpa pública en la tribuna del Senado de la República. El estado al servicio de un impresentable.
La gobernadora de Veracruz es otro ejemplo reciente de indignada por los indignados. Le molestó cómo una parte de los medios tomó su desafortunada declaración de que la maestra jubilada, Irma Hernández murió por un infarto, la que fue secuestrada, golpeada y exhibida por la mafia veracruzana.
Le guste o no, la gobernadora se equivocó y es inevitable que la opinión pública y publicada le recrimine, porque hace creer que su mala condición, no el secuestro ni golpes, fue lo que provocó su muerte. La causa del deceso no fue el infarto, sino el secuestro y la violencia sobre ella; es un homicidio, no cuestión de opinión o de criterio médico de un galeno a sueldo del gobierno de Veracruz; un penalista hubiera señalado feminicidio; por cierto, el hermano de la mandataria, Arturo Nahle es un buen abogado, exprocurador de justicia en Zacatecas y expresidente del Tribunal Judicial quien tuvo el valor y carácter para renunciar a su encargo por su rechazo a la elección popular de autoridades judiciales.
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