
San Felip|e/Norberto Gasque Martínez
Este pasado jueves fue 15 de mayo, “Día del Maestro” y pues quiero recordar y rendir homenaje a un catedrático de la UNAM, de la Facultad de Derecho, donde estudié, como ya lo he hecho con otros; y, si bien, los amables lectores en su mayoría no lo conocerían, un buen ejemplo siempre es bien apreciado; me refiero al Maestro Licenciado Esteban Ruiz Ponce, quien impartió la clase de Teoría del Estado, allá por el año de 1971, en el turno vespertino.
Indagando con los compañeros más avanzados de la carrera, como lo hacíamos cada semestre para seleccionar a los maestros de las cátedras que nos correspondían y adecuar los horarios, muchos coincidían en recomendarnos al Maestro Ruiz Ponce para la materia de Teoría del Estado; acepté las propuestas y me inscribí en su grupo.
Era el grupo tan numeroso que le asignaron una de las aulas más amplias que se denominaban como “Anexos”, en la planta baja de la Facultad de Derecho. Esta concurrencia me alentó a sentir que había acertado en mi selección. Desde el primer día de clase, al ver al maestro Ruiz Ponce y escucharlo de manera fluida, sin apuntes, sin libro alguno para apoyarse en su clase, me dejó gratamente impresionado por su erudición, su voz clara y potente y sus conceptos tan sencillos que brotaban con naturalidad y que para su comprensión, sólo un tonto o un idiota no asimilarían sus enseñanzas. Ignoro cuántos años tendría a esas fechas impartiendo la cátedra, pero era obvio la dominaba a la perfección.
Su gran capacidad profesional y conocimientos de la materia, de por sí muy escabrosa, hacían que pasara desapercibida su baja estatura, o como dicen los argentinos, era petiso o chaparrito, como aquí les decimos; de complexión delgada, pero siempre impecable de traje oscuro, camisa blanca y corbata también casi siempre negra; en ese entonces con sus lentes graduados donde podíamos observar sus ojos, vivaces y escudriñadores, pues pese al gran número de alumnos, al paso del tiempo, lograba identificarnos a algunos por nuestros nombres; las varillas de sus lentes en sus orejas eran metálicas y a veces disparaban destellos al reflejar el sol del atardecer que se filtraba por el ventanal y resaltaba más su mirada, logrando nuestra absoluta atención.
Claro que nos recomendaba ir marcando en el temario de la clase los puntos que iba desarrollando y explicando de forma sistemática y metodológica, recomendando leer y consultar diversos textos, principalmente el de Luis Recaséns Siches, pero también a Herman Heller, a Hans Kelsen ya Jellinek entre otros.
De vez en cuando nos preguntaba sobre el tema que desglosaba, mas que para examinarnos, para verificar nuestra atención y entendimiento.
Sobre su vida y trayectoria personal, supimos se desempeñaba como un brillante y eficiente Secretario Particular del entonces Subsecretario del Trabajo, Don Arturo Llorente González, a quien seguramente apostó su capital político, siendo ambos veracruzanos, uno del Puerto de Veracruz y el Maestro Ruiz Ponce de Córdoba. Arturo Llorente ya había sido Rector de la Universidad Veracruzana, Presidente Municipal, Diputado Federal y Senador, se perfilaba para Gobernador, pero como muchos políticos no llegó a ser gobernador de su Estado natal, siendo el eterno aspirante frustrado; hasta donde tuve conocimiento, la última vez que supe de ellos, fue cuando estuvieron a cargo de la Delegación Benito Juárez de 1976 a 1982.
Casi a finales del sexenio de Luis Echeverría, por allá de 1974 a 1976, se incorporó al equipo de Ruiz Ponce, el compañero Emilio Chuayffet Chemor, como auxiliar en la Subsecretaría, quien seguramente abrevó en la sabiduría y experiencia tanto de Ruiz Ponce, como de su jefe Arturo Llorente, para escalar grandes posiciones políticas hasta gobernar el sí, el Estado de México.
En marzo de 2020, antes de la pandemia del COVID-19, me enteré por la esquela que publicó la Facultad de Derecho de la UNAM, del fallecimiento de este gran Maestro Don Esteban Ruiz Ponce; mi recuerdo y agradecimiento por su guía y enseñanza.