Genio y figura/Francisco Buenrostro
El sábado 23 de noviembre, un grupo de exalumnos, especialmente abogados, se reunió para rendir homenaje al Licenciado Tomás Bustos Muñoz, un maestro que dejó una huella imborrable en nuestras vidas. Este reconocimiento fue encabezado por los directivos de la Academia Mundial de Amparo y la Organización Mundial de Abogados, quienes le otorgaron un galardón en honor a sus destacados valores, virtudes humanas y su firme compromiso con la legalidad. Este evento no solo celebró su trayectoria profesional, sino también la influencia positiva que ha ejercido sobre sus estudiantes a lo largo de los años.
Conocimos al Maestro Bustos en la Escuela Preparatoria de León durante el periodo académico de 1968-1969. En aquel tiempo, él formaba parte del cuerpo docente, impartiendo diversas materias dentro del Bachillerato de Leyes. No solo se limitaba a su especialidad; muchos de sus cursos estaban integrados en el plan común de otras carreras, lo que lo convirtió en una figura muy reconocida y respetada entre todos los estudiantes. Su juventud, alrededor de 27 años, y su soltería, así como su formación como abogado y notario público egresado de la Universidad de Guanajuato, le conferían un aire de cercanía que lo hacía accesible y admirado a la vez.
Las maestras y las secretarias de la dirección, en especial las hermanitas Rojo, lo adoraban y lo consideraban un colega excepcional, a quien consentían y respetaban. Su personalidad carismática y su dedicación a la enseñanza lo llevaron a ser elogiado por el Prefecto Lira Arroyo, quien le encomendaba diversas actividades académicas y culturales, además de sus responsabilidades docentes. Era evidente que el Maestro Bustos era una persona hiperactiva, siempre involucrado en iniciativas que enriquecían la experiencia educativa de sus alumnos.
A pesar de su seriedad y formalidad, acentuadas por su característico bigote bien recortado, el Maestro Bustos también mostraba una amabilidad genuina y poseía finos modales que dejaban una impresión duradera en nosotros. Su preparación académica, así como su vasta cultura, generaban un ambiente de confianza y respeto en el aula. Con el tiempo, a medida que avanzaba el año escolar, comenzaba a conocernos por nuestros nombres, lo que transformaba la relación maestro-alumno en algo más personal y significativo. Este aspecto personalizaba el proceso de enseñanza-aprendizaje, permitiendo que cada uno de nosotros sintiera que su educación era importante para él.
El Maestro Bustos no solo se limitaba a dictar cátedra; también nos animaba a explorar y a cuestionar. Recuerdo vívidamente un día en particular, cuando llevó a clase un texto que consideraba de gran relevancia para nuestra formación. Era un libro muy actual para el año 1969: “Técnicas Freinet de la escuela moderna”, del pedagogo francés Celestin Freinet, un autor innovador en el ámbito de la educación. Me llamó la atención, así que le pregunté sobre el contenido del libro. Él, con una sonrisa, me lo mostró y luego me lo obsequió, advirtiéndome que después de leerlo, me haría preguntas sobre su contenido. Este gesto no solo reflejaba su pasión por la enseñanza, sino también su deseo de que nos convirtieras en pensadores críticos y autónomos.
El Maestro Bustos tenía un enfoque educativo que iba más allá de lo académico. Fomentaba nuestra curiosidad y nos motivaba a leer obras clásicas y contemporáneas, adaptando sus recomendaciones al nivel de conocimiento que detectaba en cada uno de nosotros. Su entusiasmo por la literatura y las ciencias sociales era contagioso, lo que nos inspiraba a ampliar nuestros horizontes y a desarrollar un pensamiento crítico. Nos enseñaba a valorar el conocimiento como una herramienta poderosa para comprender el mundo y actuar en él.
En resumen, el Maestro Tomás Bustos Muñoz no solo fue un excelente docente, sino también un mentor y un modelo a seguir. Su legado perdura en cada uno de nosotros, los que tuvimos la suerte de ser sus estudiantes. Este reconocimiento que hoy le hacemos no solo es un tributo a su carrera profesional, sino también un homenaje a su dedicación por formar ciudadanos conscientes y comprometidos con la justicia y la legalidad. Su influencia ha dejado una marca indeleble en nuestras vidas, y siempre recordaremos su pasión por la enseñanza y su compromiso con los valores que hoy celebramos. Atte. Paulino Lorea Hernández.