
Genio y Figura/Francisco Buenrostro
Mom
Estuve con ella en los instantes finales de su existencia y lamenté entonces no haberla acompañado en su último año nuevo, en 74.
Por andar de galán con alguien que al final ni me hizo caso, no pasé con mi madre el último año viejo que respiró.
Jamás me lo he perdonado y ella nunca me reclamó, pero no hacía falta, me lo dijo con la mirada.
Y no, no fue la mejor madre del mundo. Era un ser humano común y corriente, quien cometió el error de enamorarse del hombre equivocado, a quien amó hasta su último suspiro.
No me lo platicaron, ella me lo dijo:
-Mamá, te tienes que poner bien, tus hijos te necesitamos, nos haces falta.
-Lo sé, los quiero, pero yo necesito el amor de tu padre; sin él ya no me importa la vida.
Esa breve charla la sostuvimos en casa de mi tío Toño, poco antes de que la trasladaran al nefasto hospital Colima, en la colonia Roma.
Fue en esa malhadada instalación donde, como suele suceder en ese tipo de “negocios”, la lana es primero y en ese momento era lo único que no tenía.
De mala gana le tomaron unas últimas radiografías, porque según el medicucho en turno, no se dejaba sacar sus anillos.
Ya empieza a entiesarse- me dijo el estúpido.
Me acerqué con ella y le pedí al oído que me diera sus anillos, cosa que hizo de inmediato; aflojó sus dedos y pude tomarlos.
Ya era tarde esa noche cuando me recosté en un sofá a su lado, para descansar los ojos. Dormir era misión más que imposible.
Los pitidos intermitentes de las máquinas que checaban sus signos vitales, me echaron fuera de la habitación.
Ya era 3 de agosto y no había dormido ni diez minutos, cuando uno de los matasanos del lugar se apersonó ante mi:
-La señora acaba de morir-, me dijo.
Creo que entré en schock. Instintivamente me asomé a su cuarto y vi la peor imagen de toda mi vida. Me invadió el summum de la tristeza, pero no solté una lágrima, quedé bloqueado.
Recuerdo que bajé a la recepción y a esa hora, cerca de las 3 de la mañana, llamé a casa de los Fragoso.
Me contestó don Rafael.-Ya sucedió ¿verdad? Vamos para allá.
Les di la noticia a mis hermanos; el Pollo quedó de ir más tarde y mi hermano mayor, molesto con la vida misma, optó por desaparecerse un tiempo; decisión que respeté y respeto.
Hice otras tantas llamadas, no recuerdo a quiénes, pero a las 8 de la mañana, el lugar era un hervidero de gente que conoció a mi Jechu.
Mi madrina de bautizo Tella y mi primo Manuelito, ambos trabajadores del ISSSTE, me tramitaron y consiguieron el velatorio. A mis 22 años era yo un inútil en tramitología, igual que ahora.
Los Fragoso hicieron coperacha en familia y me refaccionaron con una buena cantidad económica.
Fernando El Hueso Fragoso, me regaló otra importante ayuda y el Pibe García Ramos, me prestó otros tantos dineros. El resto de los amigos cooperó con lo que tenía para saldar la cuenta que incluía vasos de agua, mejorales, pestañeos y hasta respiraciones profundas.
Mi papá se presentó apenas unos minutos en el hospital, pero llegó temprano a los velatorios de San Fernando, donde se dieron cita decenas de personas que conocieron a mi Má y disfrutaron de sus virtudes.
Una tarde lluviosa acompañó el cortejo fúnebre de doña Socorro, quien fue enterrada en el Panteón de San Lorenzo Tezonco bajo una pertinaz llovizna, con cielo negro y paisaje pleno de tristeza.
No fue la mejor madre, pero sí mi mejor amiga, la mejor enfermera que conocí, mi más exigente jefa de redacción, cocinera de excepción, los brazos más acurrucadores y la palabra más certera del planeta.
De esto ya hace mucho, pero hoy a mis 73 años, todavía me haces falta Mom.
Felicidades a todas las madres y a quienes tienen la dicha de tenerla.