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GUANAJUATO, Gto. 31 de mayo de 2024.- Las personas con trastornos de la conducta alimentaria -anorexia y bulimia nerviosa, así como afecciones por atracones- son solo el iceberg, pues hay quienes no cumplen con los criterios para ser diagnosticados con estos problemas, pero realizan acciones riesgosas como ayunos, dietas restrictivas, vómitos, ejercicio en exceso para bajar de peso, entre otras.
Así lo expresó la académica de la División de Estudios de Posgrado e Investigación de la Facultad de Psicología de la UNAM, Karla Edith González Alcántara.
Estos comportamientos se asocian al futuro desarrollo de los TCA, los cuales generan consecuencias físicas y se relacionan con baja autoestima, niveles altos de ansiedad, depresión, por ejemplo.
Implican que las personas no coman y además hay problemas físicos y psicológicos asociados a estos. La gente tampoco acude a tratamiento, lo que significa que las prevalencias que vemos están por debajo de lo que realmente tenemos como enfermedad a nivel nacional y mundial, asegura la experta universitaria.
Con motivo del Día Mundial de Acción por los Trastornos de la Conducta Alimentaria -que se conmemora el 2 de junio-, la doctora en Psicología y Salud recuerda que son tres los principales: la anorexia nerviosa, la bulimia nerviosa y el trastorno por atracones.
Las mujeres jóvenes son las más vulnerables y aunque los hombres también los presentan, es en menor medida. Se estima que por cada 10 personas con estas problemáticas hay un varón y nueve mujeres.
Subraya que también niñas y niños presentan conductas de riesgo alimentario y que es importante atenderlos, pues aún están en desarrollo físico y una mala alimentación puede afectarlos más.
Las consecuencias pueden ir desde cansancio, problemas en la piel, anemia, osteoporosis, presencia de lanugo -vello que crece tras perder calor, por no comer en largos periodos-, hasta infartos, entre otros.
La experta universitaria expone que la anorexia es cuando la persona tiene un alto rechazo a comer o restringe su dieta de una manera elevada, presenta peso por debajo de lo esperado para su edad y tiene alteraciones respecto a la percepción de este.
La bulimia se relaciona con la sensación de pérdida de control al comer y a cuestiones emocionales como vergüenza, culpa y pena. Por ello, los pacientes desarrollan conductas compensatorias como hacer ejercicio en exceso, tomar laxantes o diuréticos.
El trastorno por atracón consiste en que las personas se dan atracones, pero no llevan a la práctica conductas compensatorias. Algunas consecuencias son el sobrepeso u obesidad por la ingesta alta de alimentos.
La académica de la UNAM enfatiza: de acuerdo con el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales 2013, la prevalencia de mujeres con anorexia era de 0.4 por ciento y de 1.5 por ciento en caso de bulimia, mientras que por atracón se presentaba en tres por ciento de las personas.
“Hay datos de la Secretaría de Salud del 2017 respecto a que cada año se observan 20 mil casos de trastornos de la conducta alimentaria en hombres y mujeres, en México. En 2019, un estudio realizado a nivel mundial arrojó que 13.6 millones de personas habían presentado un trastorno de la conducta alimentaria. Es decir, no son prevalencias pequeñas”, sostiene.
El artículo “Prevalencia de conductas alimentarias de riesgo en adolescentes mexicanos: Ensanut Continua 2022” -escrito por investigadoras del Instituto Nacional de Salud Pública, el Colegio de la Frontera Norte y el Instituto Nacional de Psiquiatría “Ramón de la Fuente Muñiz”- señala que el 1.6 por ciento de los adolescentes en el país están en riesgo alto de tener un TCA (dos por ciento mujeres y 1.2 por ciento hombres).
De acuerdo con los datos de adolescentes (tres mil 547) de la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2022, las y los jóvenes reportaron haber tenido por lo menos una vez en los últimos tres meses diversas conductas: 45.7 por ciento dijo haber comido demasiado, 35 por ciento se preocupó por engordar, y 23.4 por ciento perdió el control sobre lo que ingiere.
Otro 11.5 por ciento respondió haber practicado ejercicio en exceso para tratar de bajar de peso; 14.2 por ciento llevar a cabo dietas y uno por ciento usar pastillas, diuréticos y laxantes.
El riesgo entre los adolescentes de zonas urbanas crece hasta 2.1 por ciento, mientras que en áreas metropolitanas 1.8 por ciento, destaca el artículo.
Estigma y constantes recaídas
González Alcántara comenta que pese a los intentos para disminuir y prevenir estas perturbaciones -campañas informativas, tratamientos diversos de los profesionales de salud- siguen en aumento.
De hecho, son de las alteraciones mentales con mayor cantidad de recaídas, debido al estigma que existe hacia la salud mental.
“Debemos sensibilizar a la población respecto a que estos problemas de salud mental también necesitan tratamiento. Así como vamos al médico cuando algo nos duele, sería importante ir al psicólogo cuando necesitamos resolver o superar cuestiones que no van a sanar solas. El estigma que tenemos hacia las enfermedades de salud mental afecta el diagnóstico y tratamiento de los pacientes”, remarca.
También sugiere a los padres de familia estar pendientes de que sus hijos coman y revisar si tienen conductas compensatorias. Estos trastornos son difíciles de tratar porque se requiere de un psicólogo, un nutriólogo y un médico para que vigilen cada caso y se valore si mejora la salud del paciente.