Valida TEPJF reelección de Mauricio Trejo en San Miguel de Allende
Banderines, escudos, llaveros y estampitas forman parte de la memorabilia prehistórica de los equipos de la primera división del futbol mexicano, de mediados de los sesenta.
El marketing todavía en pañales no alcanzaba a visualizar las vetas económicas inagotables que representaba cada uno de los 16 equipos de entonces.
Estábamos a años luz del futbol de marcas.
Los zapatos “Colmenero” de Lalo Colmenero, ex del Atlante, en la calle de Culiacán, colonia Roma, del entonces Distrito Federal, eran de los más demandados.
Ahí, seguido iban por sus “tachones” con punta de metal, Enrique Borja, el “Chatito” Ortíz, el “Ganso” Padilla y otras figuras de la época.
Pinedo Deportes, sobre la Avenida Insurgentes, casi en la desembocadura de Tuxpan, era sin saberlo, pie veterano de una industria que derramaría millones de pesos.
Si queríamos uniformarnos del Necaxa, comprábamos las playeras blancas, el escudo de fieltro, buscábamos un trozo de tela roja para las franjas y tan tan.
Eran, ciertamente, tiempos románticos de amor a la camiseta lo mismo de parte de aficionados que de jugadores.
No existían ni play in, liguilla, ni nada que no fuera sumar puntos a lo largo de 30 jornadas, para llevarse el campeonato.
Y es que, sin querer darnos cuenta, llegamos hace tiempo al deporte de marcas, que en materia futbolística es avasallador.
Es indiscutible que existen figuras fuera de serie, por las que se justifica el marketing actual, pero…
Ejemplos de jugadores que han llegado a algunos equipos como auténticos vendedores, hay muchos. Ya no juegan mucho, pero ¡cómo venden playeras!
Y justo, al menos en nuestro pobre puff bol, a ellos les debemos el bajo nivel de nuestras representaciones nacionales. Si tienes patrocinio, “eres el mejor en tu posición” y, ¿si no?
La crisis está a la vista, pero como bien se dice: No hay peor ciego, que el que no quiere ver.