Usar el poder/Patricia Sánchez
Crisis presupuestal: Universidades públicas enfrentan incertidumbre mientras miles de estudiantes regresan a clases
Miles de estudiantes regresaron a las aulas en las universidades públicas de México, llenos de esperanza por construir su futuro y con la expectativa de encontrar en sus instituciones las herramientas necesarias para alcanzar sus metas. Sin embargo, este regreso ocurre bajo una sombra preocupante: la falta de recursos presupuestales que no solo limita la operación diaria de estas instituciones, sino que también pone en riesgo la calidad y alcance de la educación superior en el país.
A pesar de los ajustes y reasignaciones realizadas en el presupuesto 2025, aún hay universidades que no han recibido los recursos prometidos. La Cámara de Diputados aprobó un incremento del 3.5 por ciento para algunas universidades clave, como la UNAM, el IPN y la UAM, y reasignó 14 mil millones de pesos a instituciones que enfrentaron recortes. Sin embargo, la realidad es que esos fondos no han llegado, y lo que debería ser una inversión estratégica para el desarrollo del país se está convirtiendo en una preocupación urgente para las comunidades universitarias.
El contexto no podría ser más crítico. Las universidades públicas enfrentan retos estructurales que van desde la modernización de sus infraestructuras hasta la necesidad de retener talento académico y brindar apoyos estudiantiles. Sin recursos, estas metas se vuelven inalcanzables. Además, el presupuesto para educación en su conjunto ha disminuido en términos reales, representando solo el 3.2 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB), cuando la ley establece que debería ser al menos el 8 por ciento. Esta contradicción entre las necesidades reales y los recursos asignados no solo es un desafío financiero, sino un golpe a la visión de un México competitivo e incluyente.
Para los estudiantes que hoy llenan las aulas, el retraso en los recursos no es solo un problema administrativo. Es un obstáculo para acceder a bibliotecas y laboratorios mejorados, programas de tutorías y becas que tanta falta hacen a alumnos de escasos recursos. Es la diferencia entre tener las herramientas necesarias para aprender y formarse o enfrentar limitaciones que impactarán directamente en su desempeño académico.
El Gobierno Federal tiene la responsabilidad de garantizar que el presupuesto aprobado no se quede en el papel. Es imperativo que estos recursos lleguen de manera oportuna, pues la educación no puede esperar. La falta de certeza financiera afecta a la planificación y ejecución de proyectos clave, desde investigaciones científicas hasta programas de inclusión social, y deja a las universidades navegando en la incertidumbre; y el tiempo corre y nadie lo detiene.
Las instituciones educativas necesitan el respaldo de todos los actores para enfrentar el retraso financiero y continuar ofreciendo una educación de calidad. Este es un llamado a que el presupuesto no sea un instrumento político, sino un compromiso real con el futuro del país.
En este inicio de clases, mientras miles de jóvenes sueñan con un mejor mañana, no olvidemos que la educación no es un gasto, sino la inversión más importante que un país puede hacer. Es momento de que las autoridades cumplan con sus compromisos y garanticen que nuestras universidades sigan siendo un motor de desarrollo, inclusión e innovación. México no puede permitirse dar la espalda a su educación o simplemente dejarla para después.