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Redescubriendo el poder de los jueces/Federico Berrueto
Universidades mexicanas: el desafío educativo ante un panorama migratorio incierto en 2025
Desde la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) en 1994, las dinámicas migratorias entre México y Estados Unidos han tenido un impacto significativo en la educación de jóvenes mexicanos. Muchos migraron buscando oportunidades educativas y laborales que sus comunidades de origen no podían ofrecerles. A través de programas como DACA (Acción Diferida para los Llegados en la Infancia), se abrió una ventana para que miles de jóvenes indocumentados accedieran a educación superior y empleos legales en el país vecino. Sin embargo, con la perspectiva del regreso de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos, este panorama educativo y migratorio enfrenta un momento crítico.
Educación y migración: dos décadas de oportunidades y retos
El TLCAN trajo consigo mayores vínculos económicos y culturales entre México y Estados Unidos, facilitando, en cierto sentido, el acceso de jóvenes mexicanos a sistemas educativos en ambos países. Según el Instituto de Política Migratoria, más de 300 mil jóvenes mexicanos han sido beneficiarios de DACA desde su creación en 2012, muchos de los cuales cursaron estudios universitarios en Estados Unidos. Esta generación bicultural ha contribuido significativamente a la economía y al tejido social estadounidense, pero también ha representado una fuga de talento para México.
En los últimos años, con la cancelación progresiva de DACA bajo la administración Trump y el endurecimiento de las políticas migratorias, muchos jóvenes enfrentaron el temor constante de la deportación, lo que interrumpió sus proyectos educativos y laborales. La falta de una reforma migratoria integral dejó a miles en el limbo, y con el posible regreso de Trump, estas restricciones podrían agravarse.
¿Están las universidades mexicanas preparadas para este reto?
Ante este panorama, México debe estar preparado para recibir a jóvenes repatriados o que regresen por voluntad propia debido a la incertidumbre en Estados Unidos. Sin embargo, esto plantea preguntas sobre la capacidad de las universidades mexicanas para absorber a esta población. Las instituciones de educación superior en el país enfrentan desafíos estructurales, como la insuficiencia de recursos, una deserción universitaria promedio del 8.1 por ciento y tasas de titulación que apenas alcanzan el 74.6 por ciento. ¿Cómo podrán responder si se presenta una afluencia masiva de estudiantes retornados con necesidades educativas específicas?
Además, muchas de estas personas tienen una formación basada en modelos educativos estadounidenses. Esto implica la necesidad de implementar programas de revalidación de estudios ágiles, sistemas bilingües y mecanismos que les permitan integrarse de manera efectiva a la vida universitaria en México. Hasta ahora, no existe un plan nacional coordinado que aborde estas necesidades, lo que pone en evidencia una brecha en la preparación del sistema educativo mexicano para este tipo de contingencias.
El papel del gobierno, las universidades y la sociedad
Para enfrentar esta crisis potencial, es fundamental que las universidades, el gobierno y la sociedad trabajen en conjunto. Por parte del gobierno, se requiere la asignación de recursos suficientes para ampliar la cobertura educativa y crear programas de apoyo para los jóvenes retornados. Además, es imperativo establecer convenios internacionales que faciliten la transferencia de créditos y el reconocimiento de grados académicos.
Las universidades, por su parte, deben adoptar una perspectiva proactiva, implementando políticas que fomenten la inclusión y el aprovechamiento del talento de estos jóvenes. La Universidad de Guanajuato, por ejemplo, ya ha demostrado su capacidad de innovación al desarrollar proyectos tecnológicos de alto impacto, como el CONCEPT GTO. Este modelo de colaboración entre estudiantes, docentes y el sector industrial podría replicarse para integrar a jóvenes repatriados en proyectos de desarrollo tecnológico y social.
Finalmente, la sociedad mexicana tiene un papel clave al recibir a estos jóvenes con una visión de integración y apoyo. No se trata solo de abrirles las puertas de las universidades, sino también de garantizar que encuentren un entorno que valore su experiencia bicultural y les permita contribuir al desarrollo del país.
Un desafío urgente, pero una oportunidad invaluable
El posible regreso de Donald Trump a la Casa Blanca en 2025 representa una alerta para México, pero también una oportunidad para transformar su sistema educativo y responder a una crisis migratoria con innovación y compromiso. La pregunta clave es: ¿están las universidades mexicanas listas para asumir este desafío? Si bien los retos son grandes, también lo es el potencial de convertir esta coyuntura en un motor para fortalecer la educación superior en México y construir un sistema más inclusivo y competitivo a nivel global.
Al final, lo que está en juego no es solo el futuro de estos jóvenes, sino el de todo el país. La educación, como siempre, será el puente hacia un mejor porvenir.