
Hablando en Serio/Santiago Heyser Beltrán
La conversación telefónica entre la presidenta Claudia Sheinbaum y el presidente Donald Trump del pasado 31 de julio ha marcado un punto de inflexión en la relación bilateral. En un contexto de máxima tensión, donde la sombra de nuevos aranceles amenazaba con impactar gravemente la economía mexicana, nuestra presidenta logró no solo contener el embate, sino ganar un tiempo valiosísimo: noventa días para replantear los términos de un acuerdo comercial duradero.
Este resultado no es menor. Trump, fiel a su estilo, buscaba imponer un incremento arancelario que habría elevado al 30 % el gravamen sobre productos estratégicos, sumando presión a la ya pesada carga que representa el 25 % vigente en autos y fentanilo y el 50 % en acero y aluminio. Frente a esta ofensiva, Sheinbaum evitó la escalada y conservó el statu quo sin concesiones sustantivas, según lo confirmado por Marcelo Ebrard. Es un logro diplomático que evidencia firmeza y habilidad táctica.
Pero la negociación no se limitó a posponer una crisis. La presidenta consiguió un compromiso para que ambos gobiernos eliminen barreras no arancelarias y mantengan abiertas las rutas del diálogo. Asimismo, refrendó la cooperación en temas espinosos como migración y seguridad fronteriza, áreas donde la presión estadounidense es recurrente. Esta capacidad de equilibrar intereses, sin ceder en soberanía, es la esencia de la diplomacia estratégica.
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