
Genio y figura/Francisco Buenrostro
En una reciente colaboración, mencioné a personajes que merecían una historia aparte por lo que viví a su lado como reportero.
Uno de ellos fue Luis Spota, respetadísimo escritor, quien se desempeñó como presidente de la Comisión de Box y Lucha del Distrito federal, desde 1959 hasta su muerte en 1985. Era una dualidad de funciones difícil de entender, pues aparentemente box y literatura no se parecían en nada.
En mis años de universidad, en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, me tocó leer varias de sus obras como: Las cajas, Casi el paraíso, Palabras mayores y Más cornadas da el hambre, entre otras; suficientes para despertar en mí una gran admiración.
Debo decir que inicié con el pie derecho mi paso por los medios de comunicación, pues tuve mi primer programa patrocinado, en la XEX Televisa Radio, a menos de tres años de haber tomado un micrófono por primera vez.
Mi buen amigo Nacho Barragán, ejecutivo de ventas de Televisa, me consiguió el respaldo de la prestigiada revista especializada en boxeo The Ring, para mi espacio de las 7 de la tarde, previo a la transmisión sabatina de box de la Arena Coliseo, a través de la X-730.
En él, presentaba las entrevistas logradas a lo largo de la semana con los boxeadores del momento y, por supuesto, con los protagonistas estelares de la cartelera de ese día. Daba noticias del panorama internacional y expresaba puntos de vista y comentarios propios. Al terminar la emisión salía como de rayo, a cubrir la función en el embudo de Perú 77.
Es obvio decir que entre algunos colegas de la vieja guardia, desperté una envidia poco usual, contra un chamaco que apenas iniciaba. Otros, en cambio, me manifestaron toda su simpatía y respaldo.
Tengo muy presente a don Víctor Cota León, de La Afición, desde entonces decano de la fuente, quien me felicitó abiertamente una tarde que esperábamos al “Púas” Rubén Olivares en los Gimnasios Avenida.
Fue por una entrevista que le hice a don Eladio Flores Luteroth, mandamás de la Empresa Mexicana de Boxeo, organizadora de las funciones de box y lucha de aquel entonces.
-Tengo años en esto y no sabía varias cosas de las que te habló Eladio- me dijo.
Su felicitación calmó las aguas turbias a mi alrededor y me instaló en un lugar de privilegio ante el resto de la tropa.
Todos los lunes, don Luis Spota convocaba a la fuente, managers, auxiliares y uno que otro púgil, a una reunión en la sala de juntas de la Comisión, en el edificio del metro Juanacatlán, en Tacubaya, para tratar asuntos relacionados a la función sabatina y otros de orden y planeación de la actividad semanal. Se hablaba de sanciones, lo mismo que de programación y futuras carteleras.
Yo acudía puntual un lunes sí y otro también igual que Ernesto Castellanos, Jesús González el “Güero Papero”, Ángel Peña y otros distinguidos colegas. Grababa al presidente, algunas intervenciones interesantes, y hacía entrevistas que editaba para mi programa. Era mi rutina de lunes por la noche.
Y sucedió que uno de esos lunes, mientras despedía a los asistentes, al terminar la reunión, don Luis se dirigió a mí:
-Gasque, no te vayas, necesito hablar contigo.
Con cara de what no pude evitar el trago de saliva y me quedé obediente sentado en mi lugar.
-Vente pásale a la oficina, me invitó-
.-¿Te ofrezco un café?
¿Era eso posible? Hasta entonces me cayó el veinte de quién quería hablar conmigo.
-Te escucho todos los sábados y este último dijiste algo con lo que no estoy de acuerdo, dijo.
¿¡Me escucha todos los sábados!?
Mientras hablaba en su papel de presidente de la Comisión, mi mente voló: Es don Luis Spota, el prestigiado y respetadísimo escritor y dirigente; yo, yo nada más soy yo.
No estoy seguro si escuché bien lo que dijo, pero asentí a todo. Estaba frente a una enciclopedia viviente; frente al hombre que más sabía de los intríngulis del pugilismo, sobre los que por cierto nunca escribió, y se preocupaba por orientarme. Un Goliat de la literatura ante un Davidcito tunde teclas.
Roto el hielo platicamos como si fuéramos dos viejos amigos, pero me dio hábilmente la vuelta cuando le pregunté cuándo veríamos un libro escrito por él sobre boxeo, algo que todos queríamos y que nunca sucedió.
Y entonces me atreví (ya en confianza) a pedirle un autógrafo. Me lo dedicó en la fotografía de una revista para caballeros que ilustraba una entrevista que le hicieron.
“Para Norberto Gasque con amistad y simpatía Spota 78”, fue el mensaje que plasmó en la página de la revista que conservo hasta la fecha.
Ese 1978, la vida me permitió acercarme a mi amigo autor de más de 30 libros, dramaturgo, periodista, guionista, conductor de radio y televisión, Luis Mario Cayetano Spota Saavedra Ruotti Castañares.