
Acierto de la alcaldesa Alejandra Gutiérrez/Paulino Lorea
La estrategia del gobierno federal ante la difícil e impredecible relación con el presidente Donald Trump es poner buena cara y, de paso, minimizar una amenaza cumplida. Se repite que a México le ha ido menos mal que a otros, que las cosas podrían estar considerablemente peor y en un exceso de optimismo se afirma que la guerra comercial abre espacios de oportunidad, sin advertir que todo indica que el país transita hacia una recesión. Las políticas de Trump no solo resultan desastrosas para Estados Unidos y el mundo, sino que pueden afectar gravemente a México. En aras de ganar espacio el gobierno norteamericano explota la fragilidad del país, como ocurre con el adeudo de agua a Texas o la controversia sobre la exportación de tomate, ante el desprestigio representar agravios locales.
El gobierno se apresura a aclarar a los mexicanos que estos problemas no tienen relación con los aranceles, como si ya no existieran para el acero, aluminio, industria automotriz y muchos otros productos no protegidos por el acuerdo comercial. Para el T-MEC, por cierto, reiteradamente violado por nuestro socio comercial, se opta por la buena cara, el silencio y las cuentas alegres. La situación es crítica para el mundo y para México.
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